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28.8.20

Desazón 2020

 

Revolotea una mosca por mi habitación

y no me deja en paz.

Los gatos sin éxito

la intentan cazar

en ágil despropósito.

Es como un chiste redundante

sobre mi estabilidad mental.

Normalizamos

cual replicantes:

colectiva individualidad.

El otro día pasé por tu callejón

y era de noche.

Las salamanquesas del farol

no dibujaron mi sonrisa

como entonces.

El destino no está exento

de los errores del futuro.

Burbujea la poción mientras auguro

el devenir de la estiba.

Es el presente un asno terco

y yo la auriga que debe llevarlo,

sin prisas, a buen puerto.

Cuando poso la mirada sobre el ventilador

en este verano incierto

rememoro los versos del gran Rafa León.

Coincido con él

porque mi casa 

también está llena de muertos.

 

 




 

 

5.3.18

De nacionalidad, extranjera




Yo no pertenezco aquí.
I don’t belong here.
Suena Creep.                           .
Yo no soy de aquí y sin embargo formo parte de estas calles
y efectivamente las paseo como si fueran mías.
Y a veces me digo que sí,
que puedo caminar por aceras cortas,
conocer el nombre de todos los vecinos de los barrios
y que tu amiga sea amiga a su vez de alguien más
que acabas de conocer.
A veces me digo que sí,
que puedo acostumbrarme a esta cercanía,
que no me cansaré de hacer los mismos recorridos
todos los días. Que siempre hay algo diferente
en los ojos de los demás, que la luz no es la misma
que al día siguiente, que sólo hay que saber mirar.
Y me convenzo ¿eh? Exagero mi acento o lo dejo correr
y permito que el sol me queme la piel
porque me gusta sentir el calor del sur
(aunque no tenga melanina suficiente para asimilarlo).
Y cuando casi me he convencido del todo
y sueño con una casa en propiedad
-heredada, eso sí, de algún primo lejano
porque hipotecarme sería suicida-
el viento me susurra al oído
que yo no soy de aquí.
Por mucho que quiera este pedacito como si fuese mío.
Y aunque me obligo a recordar la nostalgia
de estar fuera de la tierra que te vio crecer
y me obligo a pensar en las personas en el exilio
que sueñan con volver,
algo me hierve en el pecho
y las alas que tenía olvidadas
me pesan en la espalda a su vez
y me entra esa fiebre nómada que hace que en mi maleta
sólo quepan algunas personas y animales por doquier.
Y me imagino viajando y viviendo en diez sitios distintos
y me imagino lo que sería nunca volver,
hacer mío lo desconocido,
cambiar de lenguaje y de piel.
Me veo desapareciendo en la marea de una ciudad
donde nadie sepa mi nombre,
o en una casita con huerto en la montaña
y alrededor cien lugareños
o seis habitantes,
pero alejada de todo cuanto conocía de antes.
A veces tengo esta extraña manía
de sólo sentirme segura en

los                                                                                                        extremos.

¿O sería tan osada de vivir en mil sitios
y no sentirme nunca de ninguna parte?
Siempre el diablo está en los detalles.

Y pienso en todo ésto y luego dejo los ensueños
y vuelvo a esta ciudad,
y se me quedan las aceras cortas demasiado cortas,
camino sigilosamente ante caras conocidas
y los turistas pasan por mi lado sin preguntarme direcciones
porque saben que seré de muchas partes
pero que nunca fui de aquí.
Y eso se me nota en los andares,
y eso es lo que siento en los oídos
cuando escucho música de mil lugares
y me pienso descubriéndolos contigo.
Y es que yo sólo vivo en mi cabeza 
con mis sueños y contigo.
En mi mirada siempre pone, de nacionalidad, extranjera
vaya donde vaya;
tengo ojos de universo y en mis labios, la galaxia;
una galaxia tan lejana como en tus pelis de ciencia ficción
donde pasa lo que nunca pasa y ocurre lo que siempre ocurre,
vida, muerte, triunfo, fracaso y amor.

La especie humana y su contradicción.











1.2.18

Cualquiera de estas mañanas


Cada mañana entro en un bar donde los jornaleros se detienen a descansar.
Llevan ropa cómoda, incluso alguno de ellos tiene puesto un mono de trabajo.
Los jornaleros me miran suspicaces en cuanto entro
y yo me siento como una humana abandonada en Marte.
La rutina es siempre la misma: desfilan tostadas junto al café humeante
mientras los jornaleros debaten y se preparan para el resto de la jornada.
Al hombre que tengo a mi lado de pie le tiemblan las manos.
Debe de sufrir alguna enfermedad neurodegenerativa. No es como los demás.
Deja reposar un maletín negro sobre la barra,
seguramente trabajará en algún lugar pulcro que le hará infeliz.
Nadie sueña siendo niño con trabajar en un lugar pulcro.
Soñamos con trabajar con algo que nos manche de vida, de sangre, de polvo,
de arena de hacer castillos a la orilla del mar.
Yo soñaba con ser vulcanóloga y terminar cada día con el pelo lleno de ceniza.
Pero este señor que tengo a mi lado viste un abrigo impoluto
y le tiemblan las manos llenas de sueños contenidos.
Yo sufro por el temblor que él ya tiene normalizado.
Se lleva la tostada a la boca y trata de que le tiemblen los dedos lo menos posible.
Le observo y sospecho que así acabaremos todos. De los nervios.
Echo un vistazo alrededor.
Sólo somos dos mujeres en el bar: la camarera y yo.
Sólo así las mujeres pueden sobrevivir en un bar anclado en los setenta: 
detrás de la barra.
Yo soy el alien discordante en esos desayunos tan bien orquestados
y la camarera me lo hace saber cuando me atiende y me llama “niña”.
Como si viera a través de mi disfraz de mujer.
Como cuando mamá de pequeña me echaba la regañina al haber entrado
en algún sitio donde no debía estar: “Niña, ¿qué haces aquí?”
Los jornaleros me siguen mirando suspicaces e infelices.
Me pregunto cómo será el día en que llegue a formar parte de sus filas
y la vida se me vuelva gris e inhóspita, 
donde la salvación sea sólo estar varada en la barra de un bar
a la hora del desayuno. Salgo, cierro la puerta y me dirijo a casa.
En el portal coincido con una vecina que me sonríe 
de la forma más poco sentida que podáis imaginar.
La sonrisa con que sonríe a su marido al verlo ir a trabajar.
La sonrisa con que sonríe cuando sus hijos no se acuestan 
a la hora que se tienen que acostar.
Pero a mí no puede engañarme: tiene los ojos tristes.
Ella es tan infeliz como lo son los jornaleros, pero con una salvedad:
los jornaleros se tienen entre ellos. Ella está sola.
Me acuerdo de las preguntas que me hacía de pequeña 
y me lo vuelvo ahora a preguntar: 
cuando sea mayor, ¿tendré que inyectarme bótox 
para que no se me caiga la sonrisa de la boca?
¿También esbozaré una extraña mueca?
La vecina se marcha y me deja con mis preguntas.
La gente está muerta por las mañanas (y algunas veces por las tardes, 
y otras por las noches, pero siempre, siempre, está muerta por las mañanas),
por eso no me gusta tener que levantarme temprano.
Yo sólo quiero ser invisible y pasar desapercibida por las calles como un fantasma.
Quiero resguardarme de los ojos tristes y de las manos, de no darse, cansadas.
Quiero irme a otro planeta donde no sea yo la única humana.
O donde pueda ser un alien con ceniza en las membranas.





11.1.18

La juventud dispersa


¿Cómo sienta Londres en enero?
Me comentas lo frío que es aquello,
que la noche trae la niebla
que llueve sin parar.

Tú estás bien; es mi deseo, y lo confirmas
bebiendo pintas junto al fuego
en tu piso de alquiler:
estrenas trabajo nuevo
y siento una sonrisa que no puedo ver
al otro lado del teléfono.
Aunque sufras injusticias
para ti todo es un sueño:
Algo que en la tierra en que nacimos
no podríamos creer.

Me preguntas: ¿Cómo estás?
Por aquí todo va bien.
Ya sabes, soy caña fuerte
que se dobla astutamente
cuando ruge tempestad,
esperando agazapada
una oportunidad.
En mi línea permanente.
Algo más vieja, la verdad.
Ya no estamos los de siempre.
Algunos se fueron al norte,
pero muchos han cruzado el mar
hacia oriente u occidente.


¿El futuro? Inobservable.
Lucho por que la primavera
traiga al menos un poco de paz.
Ya no sé cuánto debe preocuparme,
la verdad,
esta incertidumbre intransigente.

Sabes como yo lo que cuesta
que cada día
no se parezca al siguiente.

Tú echas de menos los lugares comunes,
yo echo de menos a mi gente diaria
(esa de la que formas parte,
esa tan extraordinaria).

Tú haces el exilio en Londres
y yo,
yo hago el exilio en casa.

Sobrevivimos a la novedad acostumbrada.
Tú intentas crear un rincón de siempre
que te arrope en tu nueva ciudad;
yo intento crear otra ciudad
en nuestra ciudad de siempre.
En conjunto, una que nos recuerde
a quienes ya no están.

No es nada fácil, sé cómo te sientes
reinventando un mundo que nos pintaron dulcemente,
cuando en realidad
cada opción se dibujó
de la mayor temeridad.

Marcharse o quedarse, qué más da.
Siempre recogiendo migas
de las generaciones precedentes
que nos miran impacientes
diciéndonos qué hemos de hacer
con nuestra vida.

Si el amor se entierra en vida,
la amistad ¿cómo se olvida?,
escribí una vez que las aceras, envejecidas,
fueron asoladas y marchitas.

¿Eres desarraigada por marcharte?
¿Soy yo una cobarde por quedarme?
Los mayores que todo saben
siempre quieren opinar.
(Pero el terror es sólo nuestro)

Nos mandaron a una guerra
sin armas ni resistencia
bajo la promesa vacía
de que lo bueno 
estaba por llegar.

¿Y hemos de competir entre nosotros
por el sueño neoliberal?
¿Por medirnos en cuentas corrientes el éxito
y la felicidad?

Todos sufrimos el destierro de esperanzas
aunque nunca nos lleguemos a cruzar.
Tú, desde el exilio en Londres;
y yo, desde el exilio en casa.










12.10.17

La frágil dureza



Me siento frágil,
pluma blanca.
Me siento frágil 
cuando otras veces
siembro el miedo y  el caos
y me gusta;
y causo confusión e incredulidad
y me gusta;
y sin embargo, hoy me siento frágil
y me asusta.
No te equivoques: frágil no es quebradiza.
Quebradizas las fuerzas, las ganas,
las ilusiones de otras.
Yo soy dura como el diamante,
testaruda como el acero
y no se me quiebra de un golpe
ni de dos, ni de cien.
Y sin embargo, soy frágil
y estallo en pedazos
cuando caigo hacia el vacío
entre otras cosas
porque tú
me dejas
caer.
´






17.8.17

Conjunto de poemas malpensados


Conjunto de poemas malpensados,
esto es, escritos sin apenas reflexión,
desde finales de febrero hasta julio.
Desde el más reciente al más antiguo.




1. ESTATUA DE SAL

Siempre siendo la voz de todas
y, sin embargo,
a ella pertenece el silencio.
El abismo a sus pies
y demasiadas manos torpes
que consiguen que se escurra entre los dedos
hasta caer.
La buscan dibujando espirales en el aire
y, sin embargo,
ella ya ha llegado al suelo.
Y se desangra.
El corazón lleno de espinas se sumerge en el agua
intentando nadar como un pez,
pero se hunde. Más hondo cada vez.
Quién se atreve, dijo Nietzsche,
a robarme la soledad sin ofrecerme,
a cambio, compañía.
¿Nihilismo y marxismo
riman bien más allá del papel?
Piel sedienta de caricias
convertida en arenisca.
Todo le sabe a sal.
“Desde el desarme del contrincante se gana la guerra
y no con arte. Que no te engañen”
Siente el desaliento.
De nuevo se buscará en el espejo
y tan sólo su reflejo le devolverá la mirada.


2. PRETEXTOS

Ahora que la vida se me echa encima
y me vigila de cerca
acunaré a todos mis errores,
los besaré uno por uno
y me declararé imperfecta
pero incansable buscadora de mi ser.


3. SOY MÁS JODIDAMENTE LIBRE DE LO QUE CREES

Me da miedo sembrar vientos
porque la intuición me dice
que recogeré tempestades
que no navegarán a mi lado.
Mi útero; como mis alas,
son demasiado grandes para este mundo.
Y si entiendes algo de mi naturaleza
me sabrás demasiado libre para quedarme.

Tengo la sangre primitiva
impresa en mi piel.

Mi mayor defecto es besar en los labios
demasiado sinceramente
sin preguntar el por qué.

Lacerante y directa
como la punzada que te indica
que en mis ojos te estás perdiendo.

Has de recobrar la razón.
Te rocé con mi alma
para no ser tu perdición.

4. SECRETO

Hay quien no sabe qué hacer con su mochila emocional.
Yo las quemo todas,
por eso mis alas sí me permiten volar.
Qué poco me gustáis
cuando el pasado os hace arrastrar los pies.
El futuro está muerto
pero yo estoy aquí.
Bésame de una vez.

5. REVOLUCIÓN ENTRE LAS PIERNAS

Mi sexo entiende de besos dulces
y de bailes lentos.
Se abre ante la lengua experta.
El vello ni corto ni largo;
suave, agradable al tacto,
jamás renegando de su experiencia.

Entiende de erotismo
y se alimenta de fantasías.
No distingue entre géneros.
Es violeta feminista.
Abraza despacio
y se pone a vagar entre ensoñaciones.

Mi coño pacifista no entiende de invasiones
ni de violencia.
Sí de pasión.
Mi coño fue creado para la revolución.
Mi coño está hecho de tierna disidencia.

6. POCO ORIGINAL

A estas alturas descubro
que eres poco original.
Te me presentas en el cuerpo de otro
con tu mismo aroma a otoño
y a humedad.
Con tu mismo desparpajo.
Incluso un poco más.
Y te reconozco en esa camisa,
esa chaqueta,
en el pelo por los hombros.
Él es tan guapo
que me hace girarme
para seguirle con la mirada.
Es igual de prepotente.
Y sarcástico e histriónico.
Probablemente él sepa menos que tú.

Eso, lo reconozco.


12.3.17

No he venido a pedir permiso


No sé cómo siempre termino envuelta en conflictos que no me atañen;
acabo con problemas entre las manos que no son míos
y la verdad es que no sé si esta doble cruzada
de bruja y guerrera 
me dará para librar todas las batallas.
A veces pienso que me llevará por delante
y ahí terminará todo.
Yo habré dejado mi sangre,
mi memoria, mis espuelas.
Y con todo ese desgaste
me señalarán diciendo:
“Nadar a contracorriente
es lo que nunca haría la gente inteligente”.
Pero yo necesito poner mi pecho al servicio
de ideas peligrosas,
necesito amar desde la piel
y acunar desde mis ojos,
saber que en las almas de otros
trascenderé, 
aunque sólo sea por un instante.

26.2.17

Del ruido



A pesar de ser de barro
y de silencio
a veces necesito llenarme de ruido.

Volver a ser la desarraigada
que busca colapsar sus sentidos
para no oír nada más.

Cuando no sabes qué vida es real
y cuál ficticia,
da igual lo que ocurra ya
al pasar de página.

Eres tú o el personaje,
tú o el personaje,
tú, el personaje
o tú.

Demasiada juventud
para tanta grieta.

Te abres y reinventas
y te pareces a alguien que conoces
pero que no fuiste
y ahora tampoco eres.

Tu versión futura se desdibuja
y se parece y no se parece
a las anteriores.

Así que apuras la cerveza
y te das cuenta
de que hay viejas canciones
que ya no te conmueven.

Ya eres otra y aún así
no sabes quién eres.
Sólo la noche y tú;
el barro, el ruido.


21.2.17

Por verme sonreír








¿Ves aquel punto en la niebla?
Ese puede ser tu gran amor.
Y aquel tu perdición.
Y aquellos otros dos 
nos anuncian 
que vendrán tormentas.
-Nacho Vegas-





Ahora creo que me dieron los planos del revés.
Ahora sé que la semilla que fue plantada con amor
fue tratada con desdén
y el mal penetró en ella
emponzoñando el bosque.
Desde la pena, sin embargo, sonrío
porque Moby Dick no pudo conmigo
y porque al final logré salvar el bosque
y conseguí hacer crecer en él
todas las cosas bellas y hermosas.
Anoche corté el lazo que creí que nos unía.
Por fin me quiero más de lo que te quise a ti.
Ahora sé que lo mejor está por llegar.





13.1.17

Esas tantas veces


A veces inicio el juego
de mis distintas personalidades.

Está la impulsiva,
la que termina con alguien en la cama
sin saber cómo,
la que dispara primero y pregunta después,
la que hace lo que le sale de las tripas
y su animal mitológico favorito
son las mañanas de los sábados
sin resaca.

Está la desencantada
de mirarse,
de mirarte,
y sólo quiere estar bajo las sábanas
esperando a que alguien la despierte
cuando se dibuje una realidad diferente
de los tres grados bajo cero.

Está la risueña permanente,
la que todo lo ilumina con un gesto
y nunca se arrepiente
de quedarse sin fuerzas
para regalarse a los demás
y si se desgasta en el camino,
bueno, mañana tendrá otra energía
y será distinto.

Está la cínica,
la que esboza una verdad que nadie quiere
y luego llora
y después ríe
y al final destroza las expectativas
y nunca juzga cuando alguien se decide
a tirarse desde un puente.

Está la razonable,
la que sabe tanto que nunca sigue
sus propios consejos
y se defiende cuando termina
en un agujero negro
con la sonrisa culpable de
ya lo sabía, pero cómo no caer.

Está la indolente,
la que nada siente cuando la hieren porque,
total, qué es un arañazo más
en una espalda desangrada.
Nunca se da la razón cuando miente
y así le va en su mundo de anestesia fingida.

Está la inconsciente,
la que mira con ojos de quien no sabe muy bien qué
cuando conoce tu aroma,
esperando a descifrar la chispa primera
que la acercó hasta ti
para averiguar por qué siempre le gusta
asomarse al abismo que supone
la mirada desconocida que termina
en un incendio más que conocido.

Está la errante paradójica,
la que huye siempre y sin embargo sabe
que si pudiera volver atrás para enmendar
sus propios errores
simplemente se limitaría a cometerlos
a conciencia.

Y frente a ellas estás tú
mirándome con desconcierto porque nunca sabes
a cuál exactamente tienes delante.

3.1.17

Final de juego


Ya no sé qué queda a final de juego.
Tenías el doble rasero de quien habla
de mujeres de las que nunca se enamora.
El viento roza mis alas y ya no sé
si quiero emprender el vuelo
o dejar que me arranque las raíces,
¿qué dolerá menos?
Qué ironía que mi fuego te quemase
cuando tú me helaste las entrañas.
Qué ironía que ahora que estoy curada
note a las hienas apostándose mi alma.
El jersey que llevo siempre conmigo, roto,
es señal de la guerra que ruge por dentro,
batalla tras batalla,
las heridas de bala que escuecen y no sangran
están abiertas
como estos labios míos
que nunca callan.
Vuelvo a tener miedo de hablar de las cosas
de las que nunca se habla.
Y lo siento.
Siento al fuego arder
donde no debe;
son los aullidos de mi propio infierno.
Vienen a saludarme antiguos miedos
y la única certeza en este final de juego
es que el juego nunca se acaba.
Ruedan los dados
-mis esperanzas, mis sueños-
y yo,
continúo a la deriva, con ellos.

28.11.16

G&R (C)


Ahora somos dos desconocidos
que se conocen muy bien,
que no se miran a los ojos
pero se besan al saludarse en la mejilla
mientras el silencio nos atrapa
desde el estruendo de las cosas que dejamos por decir…
o que dijimos demasiado.

Siempre quise advertirte
de que algo no iba muy bien en mí,
y yo creo que en el fondo lo sabías
pero preferías jugar a no darte cuenta,
y a mí el miedo a veces se me olvidaba ante tu risa
y en ti crecía la esperanza de que al fin,
como en los cuentos, todo saldría bien.

Pero el veneno se reveló una vez más en mí
-yo era yo con mis problemas, con los tuyos
y con los que dejaron en mi puerta otros mil-
y entonces no pudiste aguantarme la mirada,
y me prometí callar hasta que volvieses a buscarme,
para cuando te hubieras curado,
para cuando mi ponzoña no te afectase,
para cuando pudieras perdonarme,
sin saber si en algún caso,
lograría perdonarme yo.

Y vi pasar dos semanas,
y un mes, y otro mes,
y te echaba de menos
y me acordaba de ti
cuando veía cualquiera de las infinitas
estupideces que podría compartir contigo.
Pero cuando miraba de reojo mi teléfono
me imponía con rigidez glacial:
“dale tiempo, ojalá sea cierto eso
de que no hay mal que cien años dure”.

Y tal vez sea egoísta escribir todo ésto
y debería guardarlo en un cajón
junto con el resto de las cosas
que realmente son importantes para mí
y que, si no es de mis labios,
no verán jamás la luz del sol.

Quizá sólo necesite escribirte un recordatorio
sin tanta palabrería
para que cuando te acuerdes de mí
no te engañe mi ausencia de palabras
ni que dudes por un instante que me cuesta fingir
que no quiero salir corriendo para abrazarte.
Para que tengas la certeza de lo que siento
aunque permanezca obstinada en silencio
hasta que el toque de queda llegue a su fin,
cuando así tú lo quieras o necesites,
y deseando que, en tu ausencia, al menos,
esto pueda hacerte sentir mejor:


te echo mucho de menos.


14.11.16

No era un cuento zen


A Fiodor.


Me haces sentir
la soledad
de la noche
desde una dimensión
desconocida.

Soy la garza que en tu río
se yergue tranquila
y esbelta
por encima del agua,
orgullosa.
Y, sin embargo,
sufre.

8.11.16

Mi accidentado mapa estelar


Fíjate en la oscuridad que nos envuelve
agitando la furia gravitacional
que nos hace tropezar y revelarnos
como estaciones de paso.

¿No estás cansado de que tus monstruos decidan por ti?

Creo que no te basta
la luz que en mí habita
porque las intermitencias me traicionan
-soy tu faro invertido en el espacio-
y consiguen que te alejes de mí
cada vez más.

Sé que no deseas alcanzar mi centro,
mi núcleo de sílice y magnesio;
te conformas con mis mareas como otro cualquiera.
Y si ahogo a los intrépidos a mi paso te da igual;
estás a salvo en otra galaxia ajena a mí
que no te paga en materia oscura
tus gélidos pasos.

¿Llegará el día en que me busques
y yo no sea más que la onda extinta
de una estrella muerta?

Es este frío el que me hace preguntarme
si creyéndome un planeta
no seré más que otro cometa desgastándome
contra tu atmósfera incandescente
llena de polvos estelares
y fragmentos de satélite

-y todos, lo sé,
aún te duelen-.

11.10.16

Lo dejamos a la imaginación... y se nos escapó la realidad


Una vez, por Navidad, me regalaste una libreta.
En la portada, a modo de dedicatoria, escribiste:
Te quiero más de lo que imaginas.

El problema fue 
que no tuviste valor para escribir:
Te quiero mucho
porque ya no era verdad.

El problema fue
que no tuve coraje para decirte:
Sé que no me quieres
porque temía que fuese cierto.



27.7.16

Aposté por el rock and roll (y perdí)


Te amé.
Te amé tanto que me dolía ser yo.
O quizás no te amé tanto
como dicen en las novelas románticas
porque precisamente
me dolía ser yo.
No lo sé.

Sí sé que me dolía el cuerpo tanto
cuando no estabas conmigo.
Y sé que deseaba ser un recuerdo
cuando decías a la noche adiós
y al día dabas la bienvenida.

Te quise tanto que,
tristemente al igual que tú,
nadie lo entenderá.

Date cuenta de una vez: 
Nadie entiende mis sentimientos.

Te quise tanto que te maté en dos partes
porque no era capaz de dejarte ir
y decirte adiós.

Y ahora que sí te digo adiós
definitivamente
me duele que no vayas a saber nunca
cuantísimo te quise.

Y es en parte
culpa mía
y es en parte
prejuicio tuyo.

Pero sí.
Doy fe de que hubo un momento
breve
dulce
pero intenso
en que lo nuestro fue de verdad
y con eso me quedo.

Creo que lo tuyo
es siempre ser amado
desde la distancia
y eres adicto a ello.

Te amé hasta doler.
Hasta dejarme en los huesos.

Pero ahora necesito amarme yo.
Tal y como te quise a ti.
Desesperadamente.

Y eso has de entenderlo.







25.7.16

Medicina alternativa


Dedicado con cariño 
a los compas y las compas 
del Camping Rojo 2016 celebrado en Tarifa. 
Gracias por vuestra calidez y calidad humanas.




Recuerdas el frío del invierno.
Pues ya no.
Ya no.

A veces hay cosas que curan.
No sé.
Qué sé yo.

Enfrentarse a situaciones nuevas.
Notar el cansancio en la piel.
Sentir el zumbido de las abejas.

Agradecer la bondad de las extrañas.
De los extraños.

Beber de fuentes frescas.
Caer también,
por qué no.
Mirar sin temor al prejuicio.
Sonreír y vencer.

Equivocarse. Aprender.
La adrenalina de la palabra
que se adentra en el silencio.

La curiosidad no mata al gato
y le prolonga la vida.
Más mata la ignorancia
que el tabaco.

Abrazar.
Abrazar un gesto.
Nutrirse de alimento
y de miradas.

Sororidades.
Complicidad futura
y complicidad pasada.

La electricidad de las risas
que no saben qué decirse.
Amistad hasta los números.

La oscuridad.
El vodka con limón.
El amor en las voces
de quienes bien te conocen
y te hacen crecer.

Madrugar.
Esquivar las quemaduras del sol.
Reconocer tu hogar
en las nacionalidades distintas.

Crear marcos sin opresión.
Rezar siempre convencida
desde el escepticismo.

El mar,
la arena y la sal.
Rascarse las rodillas en las rocas
y que no duela.
Jugar a las sirenas por un día.

Cantar entre gritos al viento
y que no salga la voz
para decir adiós.
Sentir los hasta siempre
en el vacío.

Quemar las ruedas
y que sarna con gusto
no pique.

Mirar atrás
desde la sensación –revolución-
permanente
de que por más que des
siempre será mucho más
lo que te lleves.










 Y en especial gracias a ti.
Porque caminar contigo es siempre aprender.