23.10.15

Maldita sea


Ojalá el futuro tuviese respuestas más sencillas.
No tengo tiempo para canciones lentas,
sólo el tic tac para que tus labios me recorran más deprisa.
Tengo la piel sedienta de caricias
y hay demasiada oscuridad asomada desde mi mirada
hacia un mundo que nunca se detiene 
para rozarme las pupilas.

Necesito la huella de tu lengua en mi cuello,
despacio,
para que morirme deprisa no sea el argumento final
de todos aquellos que me aplastan día tras día.

Quiero que me hagas anochecer entre el hueco dejado
entre mis zapatos y el vestido,
y que te envuelvas en mi sonrisa como una capa
y no te atrevas a salir de allí;
porque fuera hace demasiado frío,
y tan sólo queda invierno lejos del laberinto
de mi sudor prendido a ti.

Son aquellas cosas que sólo una vez tuve -o que nunca tuve-
las que me hacen más falta.
Y ya no recuerdo cómo arder entre las sábanas.

Rásgame con la morfina de tu mirada
y duérmeme esperándolo todo de ti;
es decir,
nada.



11.10.15

En Standby frente al mar mientras el mundo gira




Era muy joven cuando descubrí la canción Standby de Extremoduro. Tendría quince años recién cumplidos. Y aunque me gustaba, por aquel entonces prefería otras de la misma banda o de tantas otras. Al final se terminó convirtiendo en una de mis favoritas sólo porque muchas personas cercanas a mí me decían aquello de esta canción parece escrita para ti. Y con el paso del tiempo y escuchándola con atención me dí cuenta de que era cierto. Que aunque yo sea más de whisky que de ginebra, ya fuera por mi pelo rubio oscuro, mi insomne dipsomanía, mi tendencia a esperar algo que nunca llega, que deje entrar ratones -gatos- en mi casa para tener quien me espere o pasarme la vida entre andenes, entiendo que se me pueda ver reflejada. Así que en el concierto de Octubre del año pasado en Sevilla me desgañité cantando Standby como si me fuera la vida en ello.

Sin embargo, lo que me enamoraba de verdad era el poema con el que abre la canción en algunas ediciones. Cuando lo descubrí, lo primero que hice fue buscarlo y resultó que su autor era Francismo M. Ortega Palomares. Descubrí su blog al que me enganché inmediatamente y cuando abrí el mío propio hace ya ocho años, mi antiguo Sapere Aude, lo primero que hice fue enlazarlo. Y ahí sigue, en la columnita de la derecha de este mismo blog para mí misma o para quien quiera leerlo. Luego tuve la suerte de conocerlo un poco más a través de las redes sociales y descubrí que además de escribir muy bien, es una persona involucrada en temas de justicia social, que suele hacer siempre críticas constructivas y que inunda las redes con maravillosas citas de escritores y filósofos. Así que si tenéis oportunidad, fijáos en él. Muchas veces los escritores que son contemporáneos a nosotros no obtienen el reconocimiento que deberían. Será por aquello de que el día que estés muerto sabrás cuánto te quieren o, en este caso, descubrirán el talento que tenías.

Pero yo venía a hablar aquí de ese poema con el que conocí el principio de la obra del señor Ortega Palomares, Ideario. Quizá haya tanta gente enganchada a él porque es, además de una obra de impacto, la primera que hemos conocido suya. Y cuando conoces a un autor que te gusta, aunque luego leas otros poemas o relatos que te llegan más o te parecen mejores, siempre recuerdas la primera obra con la que lo conociste y se crea un vínculo especial con ella.

A veces me gustaría escucharlo en bucle, sin interrupciones. Cuando era adolescente me ponía el principio de Standby varias veces sólo para escucharlo. Cuando entiendes que a ti también te da vértigo el punto muerto y la marcha atrás, te angustia el cruce de miradas y la doble dirección de las palabras; que te ríes al saber que te arruinan las prisas y las faltas de estilo; que te tiembla el corazón ante los que no tienen dudas y aquellos que se aferran a sus ideales sobre cualquiera; que te cansas de tanto tráfico y tanto sin sentido, parada frente al mar mientras el mundo gira (aunque cuando estoy abrumada, mi inconsciente me hace un guiño cruel y me susurra varada frente al mar mientras el mundo gira).

Si tuviera una puerta tras la que refugiarme, en ella estaría escrita el Ideario completo, el cual se puede encontrar en su poemario Cuenta atrás. Y aquí os lo dejo, por si os faltan palabras tras las que manifestaros o esconderos.

Gracias Francisco M. Ortega Palomares.


Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.

Me angustia el cruce de miradas,
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.

Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.

Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.

Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.

Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.

Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.

Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.

Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras el mundo gira.