Ojalá el futuro tuviese respuestas más
sencillas.
No tengo tiempo para canciones lentas,
sólo el tic tac para que tus labios me
recorran más deprisa.
Tengo la piel sedienta de caricias
y hay demasiada oscuridad asomada desde
mi mirada
hacia un mundo que nunca se detiene
para
rozarme las pupilas.
Necesito la huella de tu lengua en mi
cuello,
despacio,
para que morirme deprisa no sea el
argumento final
de todos aquellos que me aplastan día tras
día.
Quiero que me hagas anochecer entre el
hueco dejado
entre mis zapatos y el vestido,
y que te envuelvas en mi sonrisa como
una capa
y no te atrevas a salir de allí;
porque fuera hace demasiado frío,
y tan sólo queda invierno lejos del
laberinto
de mi sudor prendido a ti.
Son aquellas cosas que sólo una vez tuve -o
que nunca tuve-
las que me hacen más falta.
Y ya no recuerdo cómo arder entre las
sábanas.
Rásgame con la morfina de tu mirada
y duérmeme esperándolo todo de ti;
es decir,
nada.
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