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17.9.15

De exilio, ruinas y fantasmas

Hay veces que estoy sola en casa y sin previo aviso me cabreo, así, sin más. Me cabreo mucho y muy fuerte y doy vueltas por la salita, por el pasillo, voy entrando de una habitación a otra sin saber por qué, sin saber si busco algo que he olvidado o si simplemente es un deje obsesivo de quien se sabe animal encerrado. Doy vueltas por mi casa, por la casa de mi madre, por mis pisos anteriores, da igual; mi madre me pregunta que qué busco y se ríe ante mis respuestas dramáticas, que ya son solamente sarcásticas porque están provistas de cotidianeidad, y ya sabe que soy pasto del pesimismo desde que a los cinco años le dije a una amiga de la infancia que su luz de noche no la protegería si un asesino entraba en su cuarto; y mis gatos me miran asustados y se ponen ansiosos con mis paseos y empiezan a correr por la casa como si mis demonios los persiguieran a ellos y yo tengo que inventarme aficiones torpes para no morirme deprisa a los veinticinco. Y ya me pasa esto desde hace tres años y no puedo, no puedo, no puedo, porque aunque me tranquilice da igual, siempre aparece el mismo cabreo sordo que me hace dar vueltas donde quiera que esté y algo me oprime los pulmones. Antes siempre me preguntaba ¿pero qué me pasa? Y seguía cabreada dándole vueltas al asunto y a la casa sin encontrar respuesta.

Y entonces hace unos meses la encontré. Encontré la respuesta por casualidad en un texto de César de Luna llamado El exilio en casa, y leí eso de yo nunca me marché, y sin embargo estoy desarraigado. Y seguí leyendo y entonces lo supe. 

Era eso. 
Era justamente eso.

Era el cabreo por saber que mi vida se divide en piezas, cada vez más, cada vez más y no puedo hacer nada para que los pedazos no salgan volando. Es saber que la gente se va y descubre ciudades por escribir y yo me quedo con trozos de pasado viejo que se me marchitan entre las manos. Es que la misma ciudad, tan grande como siempre, se llena de huecos y al final no queda nada: sólo caras desconocidas que me hacen más consciente del vacío de quienes ya no están. Y es así como el corazón se desmorona y se convierte en internacional y se llena de banderas de ciudades y países: Córdoba, Sevilla, Oviedo, Salamanca, Barcelona, Francia, Escocia, Alemania, Brasil... y ya no queda sitio para el terreno propio porque todo está disgregado en una maraña de espacios no compartidos. Como una mancha de tinta que se dispersa poco a poco en el agua hasta perder su esencia. Entonces las calles ya no son los lugares acogedores de antaño, las aceras se vuelven extrañas y frías hasta el punto de parecer que nunca caminaste por allí. El tiempo sigue pasando y todo cambia, y ya no reconoces los bares porque ya no son, no pueden ser, los mismos. Ahí quedan los huecos de los que se fueron, los ecos de risas pasadas, las conversaciones, los surcos invisibles de las copas... y todo se llena de fantasmas y no hay sonrisas nuevas con las que llenarlo todo otra vez para que el aire sea un poco más denso y te dé la sensación de que puedes seguir respirando con facilidad.

Quizá es cierto que me he ido a una ciudad reconocible pero que ya no es la mía. Que mis mapas no se hicieron de localizaciones, sino de personas, y ahora tengo entre los dedos un mapa desconocido sin lugares que visitar. Y entonces paseo por mi casa cabreada buscándoos de manera inconsciente porque dónde coño estáis, dónde coño vais a estar, que faltáis, que me faltáis a mí, joder. Me faltáis incluso estando en la ciudad de al lado, imaginad.

Hemos envejecido todos de forma prematura y de golpe. Sólo queda quemar ruinas y brindar por fantasmas, tal vez huir de aquí también.

Pero no hay lugar a dudas: estas calles que una vez lo fueron todo ya no las reconoce nadie.




11.5.14

Tipos de machirulos y machiruladas varias


El objetivo de este post es facilitar la identificación de actitudes machistas de modo que genere reflexión y ganas para que sean combatidas. Si te ofende, es que probablemente estés en la lista y te hayas visto reflejado. Tranquilo, no es el fin del mundo, con esfuerzo, dosis de reflexión y, sobre todo, escucha activa hacia lo que demandan las mujeres podrás darte cuenta de tus fallos como ser humano en este aspecto.

Aviso: Las categorías no son exclusivas entre sí y algunas tienen mucho que ver unas con otras.



El macho guacho:

Las mujeres se clasifican en guarras y novias.

Es el macho orgulloso de ser macho y, por ende, misógino. Probablemente se denomine a sí mismo políticamente incorrecto (en lugar de decir "soy una basura humana", y ya). No tiene conflictos con la idea de ser un australopiteco, está encantado de conocerse y de reconocerse como del sexo superior. Trata a las mujeres como objetos, las denigra, las humilla, las insulta... Todas putas, está claro, pase lo que pase y hagas lo que hagas. Es el machista al descubierto, ¿lo bueno? que no deja dudas de su forma de pensar y se identifica a tres metros de distancia. El resto son, por lo general, más difíciles de descubrir.

El paternalista:

A ver, cielo, ¿no ves que no puedes sola? Déjame, que ya lo hago yo.

Él adora a las mujeres. Las adora. Y no quieren que se hagan daño, son criaturas débiles y delicadas a las que cuidar. Ya no es sólo que les abra la puerta siempre para que pasen ellas primero, es que les quita el martillo de las manos cuando hacen bricomanías, las aconseja aunque no hayan pedido su opinión y pretende tomar las decisiones de las mujeres él mismo. Piensa en las mujeres como seres infantiles que no saben qué hacer con su cuerpo o con su vida, así que ahí está él para salvarlas y tratarlas como las flores que son. Te llama cielo, cariño o encanto sin conocerte. Amparándose en la caballerosidad -no confundir con educación- trata a las mujeres como seres incapaces y lelos. Si es educado, aplicará las mismas normas con hombres y mujeres. Si no es así, es un machista paternalista. Un ejemplo muy arraigado en Andalucía es la costumbre de llamar a las mujeres -sólo a las mujeres- niñas. Te lo llama hasta un desconocido cualquiera por la calle para referirse a ti, aunque tenga tu misma edad. Ya se sabe, somos seres infantiles, incompletos y dependientes sea cual sea nuestra edad y experiencia. ¿Os lo tengo que explicar mejor, niñas?

El inconsciente:

Yo no he sido machista en mi vida, qué sabrás tú, mujer.

Él no es machista. ¡Que no, que no, que tú eres una exagerada que no lo entiende! Es que cuando él acosa con la mirada a las mujeres por la calle, cuando se encuentra a una pareja hetero y sólo habla con él mientras la ignora a ella, se ríe de las mujeres que no se depilan, hace chistes machistas, habla despectivamente de una mujer porque no le parece atractiva y deja que su madre le prepare siempre la comida no está siendo machista, mujer, es que ¡es lo normal! El inconsciente, que si le queda alguna neurona en el fondo no es tan inconsciente, se ampara en la psicología de grupo para tener la conciencia tranquila. No le interesan los derechos de las mujeres lo más mínimo ni se detiene a escuchar lo que las mujeres tienen que decir, él sólo quiere seguir siendo un cerdo machista sin que le llamen cerdo machista a la cara ¿tan difícil es de entender? Sus privilegios no se mencionan, no vaya a ser que a alguien se le ocurra la idea de quitárselos. Y cuando lo arrinconas salta con esa mierda de: ¡pero a las mujeres os dejan entrar gratis en la discoteca! Venga, piensa por qué, machote. Inconsciente e irreflexivo, ¿veis? Un gilipollas.


El igualitarista:

Yo no soy feminista, creo en la igualdad.

La igualdad, ese ente tan invocado como ausente.

Plas plas plas. Tenemos aquí un hombre que no se ha molestado siquiera en abrir un diccionario. Tiene la misma idea de feminismo que una patata muerta. Se le podría sentar y explicar taaantas cosas... pero mejor ignorarlo, a menos que esté dispuesto a pagarnos la formación feminista que le hace falta. No se puede ir de educadoras por la vida de gratis. No, no, si él cree en la igualdad, PERO... sin pasarse, no vayamos a ser muy iguales que entonces a lo mejor no interesa.

El comumacho:

(o socimacho, anarcomacho, macho queer o cualquier otra mezcla donde cualquier discurso ideológico deje a las mujeres como última opción)

Feminismo, sí, pero DE CLASE. Yo no soy machista, ¿no ves que soy de izquierdas, camarada?

El comunismo es lo primero, camaradas. Por supuesto, queridas mías, las reivindicaciones feministas son necesarias en los panfletos comunistas, somos los que históricamente os hemos defendido, nenas -las mujeres feministas en la historia, hayan sido comunistas o no, no cuentan porque son ELLOS los que vienen a salvarnos oé oé- pero ay... no es una prioridad. Antes que los derechos de la mujer van los derechos del obrerO. ¿De qué le sirve a la mujer obrera que haya mujeres burguesas, eh? La mujer burguesa OPRIME a la mujer obrera. Es por tanto necesario, camaradas, que la liberación sea de clase PRIMERO. Luego, ya si eso, nos ocupamos del feminismo o de otras cosas menores como el exceso de ruido en los aeropuertos. Chicas, cuando abramos un ojo tendremos “La declaración de los derechos del hombre y del ciudadano II, LA VENGANZA” o “La declaración de los derechos del obrerO comunistO”. ¡¡Arriba, falos de la tierra!!

El femimacho:

Espera, que os voy a decir a las mujeres qué tenéis qué hacer con el feminismo.

Se declara abiertamente feminista -entre mujeres seguro, ante hombres quizá ya no tanto-. Puede que haya leído incluso algunos libros feministas, pero o tiene la compresión lectora de un mapache o realmente es que no le interesa. Normalmente lo hace para ligar más. Todo el mundo sabe que las feministas son las más innaccesibles de las hembras humanas, así que se camufla. Y sí, algunos llegan tan lejos como para coger un libro feminazi y poner cara de interés mientra hojea las páginas. Así que, ya que lo hace, pues intenta darte consejos: “No, a ver, déjame que te explique, que no estás entendiendo lo que quiere decir Solanas, se trata de una metáfora bla bla bla”. Son los machos iluminados que se infiltran entre nosotras para echar un polvo y, ya que están, revelarnos nuestro verdadero lugar en el mundo. Calladitas y escuchando, que habla un macho.


El maltratador:

El machismo es violencia de por sí. Da igual qué forma adopte. Simplemente es odio, incomprensión o miedo ante el género femenino. La triste realidad es que, cualquiera de los machirulos arriba mencionados, puede convertirse en un maltratador o en un asesino. Es pura lógica patriarcal: Se empieza despreciando, siendo paternalista... luego se insulta, se humilla, se agrede físicamente... es un efecto bola de nieve.

Un maltratador, un asesino de mujeres no es un enfermo: es un hijo sano del patriarcado. Por eso es tan importante combatirlo en todas y cada una de sus formas.




Si me animo a lo mejor hago un post con machistas femeninas, otro gran mundo que descubrir.