No son pocas las
conversaciones que he mantenido a lo largo de mi vida acerca de la
invisibilización de las mujeres en cualquier sector considerado
tradicionalmente como “masculino”, mientras que por otro lado los
lugares considerados patriarcalmente como femeninos son relegados al
ostracismo social e histórico. Sin embargo, no voy a profundizar en
ello, pues gracias a los avances del feminismo esta realidad es un
fenómeno ya analizado pormenorizadamente por miles de autoras;
fenómeno que, a pesar de ello, no ha desaparecido.
Me gustaría adentrarme
en aquello que rodea a las publicaciones destinadas a un público
masculino, el entorno que contextualiza esas noticias deportivas
desprovistas de mujeres o con tratamientos machistas. Y como digo
deportivas, digo de economía, moda, cultura, estilo... destinadas
principalmente al género masculino (preferentemente heterosexual).
Publicaciones que, no contentas con obviar deliberadamente en
aquellas informaciones que se consideran relevantes a la mitad de la
humanidad, no tienen problema sin embargo para utilizar el utilizar
el cuerpo femenino como reclamo necesario y atractivo inseparable de
su línea editorial. Publicaciones como Marca, AS, El Economista...
disponen de webs de “ocio” donde los titulares sensacionalistas y
las galerías de fotografías de contenido pseudopornográfico se
entrecruzan sin ningún tipo de problema.
Cuando comencé a
escribir esto, ya había hecho un investigación previa sobre
artículos que hablasen de esta situación concretamente. Me quedé
sorprendida al comprobar que apenas existen, lo que me lleva a la
conclusión de que es una realidad tan normalizada que ni siquiera
hay muchas líneas de tinta al respecto (sí en publicaciones más
amplias, aunque por lo general lo que analizan es el uso del cuerpo
femenino en la publicidad especialmente).
Ese tipo de publicaciones
donde capitalismo y patriarcado se dan la mano, que no tienen ningún
tipo de pudor a la hora de ganar clics a base de hacer de las mujeres
un producto de consumo más, tienen que generar gran parte de los
ingresos que ingresan esas empresas, porque de otro modo no tendrían
sentido. Y todo esto, por supuesto, con la complicidad de miles de
hombres que, cegados por sus privilegios, no tienen ningún reparo en
acceder a esos contenidos. Como niños atraídos por caramelos en una
tienda, ni se lo piensan a la hora de seguir manteniendo la ideología
machista en publicaciones destacadas y cada día más millonarias
porque entienden que, efectivamente, han acertado con su público de
zombies. Al más leve atisbo de ¡TETAS! incluso mezcladas entre
sesudos análisis de economía, ya les hacen virar sin mayor problema
de una publicación a otra. Algunas de ellas que incluso deberían
ponernos en alerta. En “Los 40”, publicación de contenidos
musicales (y otras “cosas”) tienen titulares como “La pequeña
bailarina de Sia ya no es tan pequeña” donde sexualizan a una niña
de ¡16 años! Muchos de esos hombres que se escandalizan y
horrorizan con casos de pederastia, abuso sexual o violaciones, no
tienen problema alguno en acceder a contenidos que ¡oh, sorpresa!
alimentan esa misma lógica.
Sé que es complicado,
pero llevo llamando al boicot de ese tipo de publicaciones desde hace
años. Si necesitan enseñarte las tetas de Kim Kardashian o
sexualizar actitudes patológicas, no se deberían apoyar esas
publicaciones. El deporte, la economia, la música, la moda... no
tienen género ¿por qué se empeñan en dejar fuera a la mitad de la
humanidad salvo para denigrarlo sin problema alguno? ¿Y no se
sostienen tan bien por sí mismos que sería innecesario usar el
cuerpo femenino como reclamo?Y hablo de género, y no de orientación
sexual, porque como las mujeres sabemos, las mujeres lesbianas o
bisexuales son infinitamente más respetuosas que las personas que
han crecido bajo la masculinidad tóxica.
No hay nada inocente en
entrar en publicaciones que alimentan un patriarcado que nos utiliza,
mata y humilla cada día.
Será
que el verano se presta siempre a hablar de sexo. Hay más tiempo libre, más
cerveza o más ganas de charlar sobre banalidades o no banalidades, pero en
efecto cobran importancia: las desastrosas relaciones pasadas o actuales, los
ligues, los rollos, los amigos con derecho a roce o
esa-cosa-que-no-sabes-cómo-llamarla-pero-que-está-ahí.
Hay
conversaciones que surgen entre chicas y de las que un hombre bi o hetero
aprendería una barbaridad sólo escuchando. El problema reside en que cuando hay
un hombre escuchando nos cortamos o, de no hacerlo, ellos se sienten heridos en
su orgullo masculino. En mi opinión el ego masculino es de esas cosas que
debería irse retrete abajo, la verdad, porque así nos va.
El
caso es que como creo que la lectura merece la pena, ellas se van a echar unas
risas y ellos pueden hasta aprender, me voy a atrever por primera vez con un
género en el que soy novatísima: el teatro. Esta
mini-obra está basada en conversaciones reales que he mantenido a lo largo de
mi vida.
Hay
una canción que resume, en parte, lo que diré a continuación. Os animo a
convertirla en un estandarte para las relaciones sexuales de este siglo, porque
aún hay quien no se entera.
Y
sin más dilación...
Subimos
el telón y aparecen dos amigas: Claudia y Sara. Están sentadas en una de esas
terracitas de verano, en una mesa de plástico rojo con sillas ídem. Delante de
cada una hay una cerveza espumosa bien fría. Queda una silla libre, y de pronto
aparece una tercera amiga, Marlén, que se sienta con ellas.
MARLÉN:
Hola chicas, disculpad que llegue tarde, pero llevo toda la tarde hablando con
mi primo porque estaba flipando con lo que le ha contado su mejor amigo.
CLAUDIA:
¿Y eso? ¿Qué ha pasado?
MARLÉN:
Resulta que el mejor amigo tiene una nueva novia. Pues bien, ella le ha contado
que la primera vez que se corrió tenía treinta años. Ella tiene ahora treinta y
cinco, y el novio ha flipado y se lo ha contado a mi primo.
SARA:
¿Treinta años sin correrse? No sé por qué no me sorprende.
CLAUDIA:
Pues a mí sí. ¿Tanto tiempo acostándote con tíos y ni un orgasmo?
SARA:
Es más habitual de lo que se cree. Hay chicas que se acuestan con chicos y
hasta que no prueban varios no empiezan a tener orgasmos. O eso, o el tío con
el que están se pone las pilas y aprende.
MARLÉN:
Sí, tú piensa en tu vida sexual, Claudia. ¿No crees que, y estoy siendo
generosa, aproximadamente el 70% de los tíos con los que te has acostado eran
unos auténticos mantas?
CLAUDIA:
Pues… no lo había pensado, pero ahora que lo dices… Con algunos he tenido
suerte, no te creas, y han sido buenos amantes o han intentado aprender si no
lo eran. Pero así, en general… la cosa da bastante pena, sí.
SARA:
A ver, por poner un ejemplo. Ahora la mayoría de los tíos ven mucho porno. Hay quien lo justifica diciendo que así se cogen ideas y
tal. Pero es mentira. El porno les mata la imaginación. Cuanto más porno ven,
más lelos se vuelven en la cama. Tuve un novio que veía mucho porno y cada vez
que lo hacía me daba cuenta porque venía sugiriendo una postura imposible o una
garganta profunda o me azotaba al estilo pornográfico o mierdas de esas. Se
vuelven lelos y predecibles, como robots. De modo que cuanto más porno veía él,
más malo se volvía en la cama. Y cuanto peor se volvía en la cama, menos ganas
tenía yo de acostarme con él. Y él lo arreglaba viendo más porno. Al final
cortamos, claro.
CLAUDIA:
¿Dónde quedan esos hombres que usan su imaginación para masturbarse? Aquellos
que piensan en lo que les excita hacer o que les hagan y son capaces de correrse
sin necesidad de imágenes explícitas.
MARLÉN:
Sí, yo los llamo amantes mentales. Los que se masturban sin necesidad de ver
porno son mejores en la cama, exploran el mundo de las ideas y eso enriquece la
experiencia sexual. Y se les nota. Y es que el porno que hay es en su mayoría
malísimo, aburrido y además machista. No digo que no haya que ver porno pero, joder, la mayoría es una auténtica basura. Así salen luego ellos con esas ideas
estrafalarias.
SARA:
Sí, como lo de la garganta profunda. Habrá alguna chica a la que le guste
hacerlo, yo no digo que no. Pero, sinceramente ¿a cuántas les gusta asociar el
placer sexual a la náusea? ¿No son experiencias contradictorias? Es como si te
pusiera bruta marearte en el coche y potar. A mí me pasó una vez con un ex
novio. Al tío no se le ocurre otra cosa que, después de haber cenado los dos en
un italiano, llevarme a su casa y en un descuido metérmela hasta la garganta.
CLAUDIA:
¿Y qué ocurrió?
SARA:
Pues que poté toda la pizza en su cama, claro. El olor a vómito no se fue de su
cuarto en diez días.
MARLÉN:
Y, hablando de sexo oral, ¿os ha tocado alguna vez un amante egoísta, de esos
que quieres que tú se la comas pero él no va ahí abajo ni loco?
CLAUDIA:
Calla, calla. Ni me lo menciones. Más de lo que parece. Y es absurdo. Vamos a
ver, ¿a ti te gusta que te la coman? SÍ. A día de hoy no he encontrado un solo tío
al que no le guste. Y ya sabéis que mi lista es extensa. Ahora, que ellos sean
igual de generosos y bajen… No sólo que bajen, sino que lo hagan con la misma
frecuencia con la que bajas tú. Más o menos, ¿no? ¿Por qué si yo bajo una media
de dos veces por polvo, él al menos no baja una? O qué coño. Que baje dos
también. Equidad.
SARA:
Sí. En la serie ésta, “Sexo en Nueva York” llamaban al acto de ir a hacer un
cunilingus “bajar al pilón”.
MARLÉN:
Jajajaja. Bajar al pilón. Me parto.
CLAUDIA:
Sí… Pues ya sabéis chicas, si ellos no bajan al pilón, vosotras tampoco. Que
aquí los hay muy listos.
MARLÉN:
Quid pro quo.
SARA:
Eso. (Bebe cerveza)
MARLÉN:
Y ya que mencionamos el cunilingus… ¿no os da la sensación de que la mayoría
cuando lo hacen están más perdidos que un pulpo en un garaje?
CLAUDIA:
Desde luego. (Bebe cerveza)
SARA:
Uf… Si te contase. Los hay que se pierden en los alrededores y no encuentran
nunca el clítoris.
CLAUDIA:
Y también los que se centran en el clítoris y olvidan lo demás, ¡que el
clítoris no es un timbre, hombre!
MARLÉN:
Jajajaja. Y los que ponen la lengua en plan puntiagudo y parece que te están
pinchando. O los que meten demasiado la cabeza y te raspan con la barba, que no sabes si te están haciendo un peeling o qué.
SARA:
O los que, como decíais antes, han visto demasiado porno y parece que tienen en
la lengua un cuentakilómetros y van tan rápido que no sientes nada porque
parece que quieren ser Induráin con la velocidad. ¡Que es un clítoris, no un
flan!
CLAUDIA:
Lo de la lengua puntiaguda es un caso. Con lo que mola que la dejen plana y
vayan con suavidad…
MARLÉN:
Despacito… (Bebe cerveza)
SARA:
Uf, callaos que me estoy poniendo cachondísima.
CLAUDIA:
Jajajaja. Claro. Que la cosa es ir explorando poco a poco, no comerse todo el
pastel de golpe. (Bebe cerveza)
MARLÉN:
Y también están los que sin mediar palabra te meten los dedos. Pero vamos a
ver, ¿acaso te lo he pedido?
SARA:
Eso. Qué manía con los dedos. Y más los que parece que tienen una bomba de
extracción, o que te están metiendo algo muy hasta el fondo y van súper fuerte. Así te
insensibilizan y cuando te penetran ya sólo tienes ganas de irte a tu casa y
que te dejen en paz.
CLAUDIA:
Bueno, y los que te meten los dedos directamente, sin hacerte sexo oral antes ni nada, y
se van a por el punto G como si no hubiera mañana, y para colmo no lo encuentran, y es como… ¿perdona?
¿tengo el clítoris de adorno? SE SUPONE QUE LA VAGINA NO TIENE MUCHAS TERMINACIONES NERVIOSAS. Sobre todo porque está diseñada para que el día de mañana saque un niño de tres kilos por ahí.
MARLÉN:
Jajajaja. Con las manos son unos torpes la mayoría. Sólo he conseguido correrme
con un par de tíos mientras me masturbaban. Como están empeñados en meterla
casi siempre, no se paran a jugar con las manos. Y a mí que un hombre me meta
las manos en las bragas y me acaricie con suavidad me pone perrísima.
SARA:
Pero con suavidad y sin hacer mucha presión, que si no duele.
CLAUDIA:
Desde luego. A mí más de uno me ha dejado dolorida durante días por darme
demasiado fuerte con la mano. Y con infección urinaria incluida.
SARA:
Qué bestias son. Se creen que somos muñecas hinchables.
MARLÉN:
¿Y qué me decís del tema “posturitas”?
SARA:
Da auténtico miedo. (Bebe cerveza)
CLAUDIA:
Es como… pero vamos a ver, tío… no quiero hacer el kamasutra en cinco minutos.
¿De qué me sirve poner 500 posturas? Encuentra UNA que me guste. UNA. Al menos.
Por favor.
MARLÉN:
Jajajajaja. Es que a veces no sabes si estás en una clase de gimnasia o en la
cama con un tío.
SARA:
Y a veces te estiras tanto o te ponen las piernas en Pekín… Y es como… se me
está subiendo la sangre a la cabeza, NO ME CONCENTRO.
CLAUDIA:
Venga, tema peliagudo donde los haya. Sexo anal.
MARLÉN:
Buenooo…
SARA:
A mí no me miréis. Lo odio. Me duele sólo de imaginarlo. Y algunos se ponen
pesadísimos con el tema.
CLAUDIA:
El sexo anal es delicado. ¿Por qué no se habla? Algunos tíos parecen con este
tema soldados estadounidenses, que primero disparan y luego preguntan. Es para
decirles: ¿HOLA, TENGO PINTA DE FORTALEZA MEDIEVAL? ¿A QUE NO? Pues tu polla
tampoco es un ariete.
MARLÉN:
Exacto. ¿Te imaginas que fuera al revés? ¿Que nos estuviésemos enrollando con
ellos y de pronto sacásemos un vibrador del bolso y se lo encasquetásemos en el
culo? Yo creo que les daría un infarto.
SARA:
Claro, pero si tú lo haces eres una rara pervertida y si lo hacen ellos es que “es
normal que quieran dar por detrás”. Una vez estaba yo a cuatro patas y el chico
maniobrando por ahí detrás, y no sabía si es que quería darme por el culo o se
estaba haciendo la picha un lío y no sabía por qué agujero era. ¿Sabéis que hay
tíos que creen que meamos por la vagina?
MARLÉN:
Anda ya…
SARA:
Que sí, que sí. Que un tío una vez me preguntó si meábamos por la vagina.
CLAUDIA:
Pues no es tan raro. Yo una vez le hice esa misma pregunta a un ex que tuve, ¿y
sabéis cuál fue su respuesta? “Nunca me lo había planteado, la verdad”.
MARLÉN:
Les dejamos ponerse al volante sin conocer la máquina. Sin tener ni puta idea
de la máquina.
CLAUDIA:
Yo les hacía un examen de anatomía femenina antes de follar, la verdad. Y unas
cuántas preguntillas más, por si acaso.
SARA:
Pero bueno, volviendo al tema del sexo anal… Yo creo que si el culo no está
directamente relacionado con el sexo por algo será…
CLAUDIA:
Pues yo creo que es interesante, pero hablándolo primero y con preparación
previa. Es decir, a mí me gusta que me hagan sexo oral primero y que me
acaricien poco a poco por la zona, y entonces despacito y con mimo la cosa
puede ir bien. Las veces que me he corrido con el sexo anal han sido muy
intensas.
MARLÉN:
Pues a mí, además de que tienen que ser cómo y cuándo yo quiero tengo una cosa
muy clara: que si ellos no están dispuestos a poner el culo, yo tampoco. Si
pedimos reciprocidad en el sexo oral, ¿por qué no en el anal también? ¿Qué
pasa, que su culo es de porcelana pero el nuestro está siempre a la venta?
CLAUDIA:
Eso digo yo. Si tú quieres dar pero que no te den, que no cuenten conmigo
tampoco. ¿Por qué querría dejarme hacer algo que el otro no quiere que le
hagan? O todos o ninguno.
SARA:
A mí lo que sí me gusta mucho es la postura de la cowgirl, yo encima. Desde ahí
lo controlo todo y el chico se puede relajar.
MARLÉN:
Claro, pero si tú quieres estar todo el rato encima se rallan y empiezan a
dudar de si son buenos o no.
CLAUDIA:
Es que es eso, el ego por querer demostrarte lo buenos que son o el miedo a
cagarla son trabas enormes. La primera norma debería ser que dejasen el ego
fuera de la cama. Y que explorasen.
SARA:
Y que preguntaran. ¿Por qué soy yo siempre la que pregunta: cómo te gusta,
tienes alguna sugerencia, lo estoy haciendo bien, prefieres otra cosa? ¿Por qué
ellos nunca me preguntan qué me gusta a mí?
MARLÉN:
Porque se cortan y les hace parecer vulnerables.
CLAUDIA:
Sí, pero para bajarte las bragas ahí no se cortan ¿eh?
SARA:
Es que el sexo es comunicación. Es preguntar, corregir, probar, explorar,
volver a preguntar, redirigir, aprender…
MARLÉN:
Hay una leyenda urbana que dice que los tíos que follan con muchas tías son
mejores en la cama. Pero es mentira. Pueden estar acostándose con mil y
haciéndolo mal con las mil. Cuando empiezas con una persona nueva nunca sabes
qué te vas a encontrar.
CLAUDIA:
Es como si fueras muy bueno en un deporte de riesgo, pongamos rafting, y de
pronto te da por hacer puenting. ¿Te tirarías por un puente con el mismo equipo
y con la misma confianza con la que haces rafting? No, ¿por qué? Porque es una
cosa nueva. Tienes que estar con los ojos abiertos y alerta para aprender a
hacerlo bien. ¿Por qué con nosotras no pasa lo mismo? ¿Por qué se creen que
follando con una es lo mismo que si follara con cualquier otra?
SARA:
Hay que acercarse con humildad y sin dar las cosas por supuesto. Y con mimo.
Aunque sólo sea cosa de un día. Vale que no te vayas a casar con un tío, pero
joder, ¿no puede ser un poco cariñoso y no hacerte sentir un queso gruyère? UN
POCO DE DULZURA, COÑO.
MARLÉN:
Qué raro, Sara gritando. Por segunda vez.
SARA:
Es que me cansa mucho. Yo no digo que tengas que ser un romántico ni la persona
más empalagosa del mundo, pero si se acuesta contigo qué menos que te trate con
algo de mimo ¿no?
CLAUDIA:
Tienen miedo a que si lo hacen te pienses que están enamorados de ti o algo.
MARLÉN:
Pues que les den. Te levantas y te vas.
SARA:
Una vez tuve un amante, el mejor amante que he tenido, que nunca se levantaba
de la cama sin asegurarse de que yo estuviera bien satisfecha. Y que al menos
me hubiese corrido dos veces. No es como la mayoría de los tíos, que ellos se
corren y ya si eso te apañas tú o te duermes.
MARLÉN:
¿Pero existen ángeles así, que te dejan satisfecha siempre?
SARA:
Existen, pero es más difícil encontrarlos que vomitar por una pajita. Yo
sinceramente creo que si se quiere, se puede. Pero ellos tienen que poner de su
parte.
CLAUDIA:
Creo que los tíos deberían tener al menos una habilidad en la que sean muy
buenos.
MARLÉN:
Sí. Que si son buenos con la penetración, adelante. Que si se manejan bien con
la lengua, adelante. Y si son hábiles con las manos, adelante. Porque si fallan
en alguna de esas cosas, pueden hacer otras para compensar.
SARA:
Y así tú no te quedas cachonda perdida y con cara de idiota.
CLAUDIA:
Si por eso, chicas, el sexo es comunicación. Intercambias miradas, suspiros,
fluidos, olores, una cama… y también palabras y cariño, ¿por qué no?
MARLÉN:
Hay que hablar y preguntarse mucho. Y darse indicaciones. (Bebe cerveza)
SARA:
Así sí.
CLAUDIA:
Y si no a cerrar las piernas hasta que follen mejor. Tanta prepotencia, tanto
ego y tanto querer demostrar.
MARLÉN:
Una amiga mía lesbiana dice que si nos organizamos entre nosotras, follamos
todas.
SARA:
Jajajajaja. Pues como no se pongan los tíos las pilas igual pruebo y todo.
CLAUDIA:
Con todo y con eso, no estaría mal que aprendiesen a manejarse los chicos un
poco.
MARLÉN:
Ya te digo: Comunicación, comunicación y comunicación. No querer hablar estas
cosas es de catetos.
CLAUDIA:
Y si no, ya se sabe: El día en que los vibradores inviten a copas, los hombres
se extinguen.
SARA:
JAJAJAJAJA. Hay que ver, Claudia, qué bruta eres.
CLAUDIA:
¿Qué? Los hombres hacen chistes machistas todo el tiempo. ¡Autodefensa
feminista!
MARLÉN:
Si no fuera por el feminismo, estaríamos perdidas…
SARA: Imaginaos... ¡ni sabríamos que tenemos clítoris!
Se
cierra el telón.
Que
cada unx saque las conclusiones que tenga que sacar. Antes de que me vengan los
machirulos con el orgullo herido diré: no está mal equivocarse, en el sexo
tampoco, lo que es un problema es no rectificar. Espero que las chicas bi y
hetero os hayáis sentido identificadas –o mejor, que no lo hayáis hecho porque
os follen en la actualidad como las diosas que sois- y al menos que sepáis que
no estáis solas y que necesitamos compartir estas cosas entre nosotras y
también con ellos. Las chicas también fallamos en la cama, por eso la idea es que
nos digan qué gusta y qué no. Cada persona es diferente.
Si
la gente hubiese escuchado a los Lujuria en la adolescencia –grupo muy
feminista en sus letras toscas, por cierto- mejor nos iría a todxs.
Este post está inspirado en una consulta que me hicieron hace poco.
¿Qué atrae a una sapiosexual?
Si la primera parte se la dediqué a las chicas incomprendidas,
ésta se la dedico a los chicos
independientemente de su condición.
El tema de las
atracciones, las hormonas y las historias varias es peligroso para
todos. Se abre ante ti un mundo desconocido de posibilidades
infinitas. El problema está en que cuando empiezas a conocerlo en
tus tiernos años de adolescencia, hay cosas que te impresionan. Si
además eres sapiosexual, te detienes a analizar una serie de
comportamientos que no entiendes del todo bien, aunque comprendas la
utilidad final de los mismos.
Sin pretender hacer un
manual acerca de cómo atraer a una sapiosexual, ciertamente hay una
serie de cosas que nunca se deberían hacer. Esto afortunadamente no
lo sabe todo el mundo, por lo que es fácil para una sapio descartar
a posibles candidatos que pretendan seducirla con semejantes
técnicas.
A saber, los piropos. Hay
que saber que los piropos los carga el diablo y es recomendable tener
extremo cuidado con ellos. Algunos están muy manidos de tanto
usarlos, como “guapa”. “Guapa” es el piropo por defecto. Se
puede usar, claro, pero no conviene abusar porque pierde el
significado rápido. Cuando llamas guapa a la chica que te
gusta, pero también a tus amigas, a tu madre y a tu perra, pues como
que ya no es lo mismo. Por otro lado, un error común es, en un
pretendido alarde de originalidad, complicar los piropos hasta
convertirlos en frases de ligoteo (también manidas), que no sé qué
es peor: “Ten cuidado que se te cae el papel... el que te envuelve,
bombón”, “Eres tan dulce que haces que el azúcar sepa a sal”...
a nivel personal incluso llegué a sufrir ese de “Si fueras
bollicao, te comía hasta la pegatina”. Cómo se te queda el
cuerpo.
Un piropo debe ser
sincero, sencillo y estar dicho en el momento adecuado, evitando que
se transforme en una coletilla o apelativo, porque pierde su efecto.
Hay que tener en cuenta que para una sapio, alabar constantemente
algo que ella no ha elegido es un error. Y me refiero al aspecto
físico. Si tienes una personalidad que te has currado, ¿por qué
sólo comentan lo guapa que eres? Puede llegar a ser frustrante.
Hay que mantener a raya
los comportamientos robóticos. Si estás en la discoteca con tus
amigas y se te acerca un chico con un Ey, qué pasa guapa (El
ola k ase del messenger) te está dejando claras sus
intenciones, pero también lo hace con una originalidad cuestionable.
Cuando ve que contigo no tiene éxito, pasa a preguntar a otra eso
mismito que te acaba de decir a ti y así se mueve por esos lugares,
como en un bucle. Si empiezas a observar el comportamiento del
muchacho en cuestión, recuerda a esas máquinas de tu infancia a las
que echas una moneda, te subes encima, te da un paseo y te bajas,
hasta que llega otra persona que echa una moneda y también se sube
al hacerla funcionar. Porque da igual que te subas tú o que se suba
otra, entiéndase el eufemismo. El Ey qué pasa guapa es
mecánico, es ese cochecito que espera deslumbrarte con sus colores y
su baño en colonia de dudoso gusto, esperando que eches la moneda y
te subas. Con una sapiosexual no suele funcionar esta técnica. El
maromo de discoteca debe buscar a la maroma de discoteca, que por si
alguien tiene dudas, es esa chica a la que preguntas ey, qué pasa
guapa y te responde con un jiji. Cada oveja con su pareja,
ha sido así desde tiempos inmemoriales. Los mecanismos lingüísticos
de selección natural están ahí, para qué negarlo.
Otro aspecto a tener en cuenta son las técnicas aversivas. Lo que comúnmente se denomina picar a la otra persona. Utilizado con mesura, tiene gracia. Es estimulante. Lanzar una pulla tras otra, como disparando proyectiles a discreción no mola. Puede cansar, cabrear o hacerte pensar que la otra persona es gilipollas y no entiende las señales de: tío, para ya. Quitarle la goma de borrar a la chica que te gusta y escondérsela tiene gracia una, dos, tres veces, espaciadas en el tiempo. Basar en la goma de borrar el 90% de tu relación con ella es tener muchas ganas de que te mande a la mierda.
Un tema delicado de
tratar es el acoso. Hay personas que no entienden la sutil diferencia
entre mostrar interés en alguien y perseguirlo hasta la puerta de su
casa. Es difícil de distinguir, lo sé, pero hay que hacer un
esfuerzo. Otra modalidad es enviar mensajes a todas horas o no
entender que esa persona tiene vida propia, pudiéndote convertir en
una molestia más que en una presencia agradable. En el equilibrio
está la virtud, decía Aristóteles, y por más mal que me caiga,
ahí (y en otras cosas) llevaba razón.
Así que, en definitiva,
hay que usar el sentido común. No sólo con las y los sapiosexuales,
sino con cualquier persona en general. Y si resulta que es el menos
común de los sentidos, hay que ser cauto para no meter la pata.
O si no, tampoco hay que
amargarse. Hay que tener en cuenta la selección natural, si pasa de ti es que no
te conviene. Y así todo.
Una relación (amistosa,
amorosa, indefinida) no es un contrato, es una relación.
Una relación es unir
lazos con alguien porque te apetece, desde tu libertad personal,
individual e intransferible. Nadie te obliga a permanecer en una
relación, estás porque quieres. Si estás aunque no quieras, ya no
es una relación sana.
Si tú quieres estar para
una persona, allá tú, es tu decisión.
Puedes decidir estar para
lo bueno o para lo bueno y para lo malo (si sólo quieres estar para
lo malo, háztelo mirar, se llama masoquismo).
Esa otra persona, desde
su libertad personal, individual e intransferible puede establecer
contigo los mismos lazos, lazos diferentes o ninguno en absoluto. Y
es libre, como tú, de establecerlos como quiera.
Una vez claras las
reglas, donde lo deseable es jugar ambas personas al mismo juego, se
puede avanzar, retroceder o eliminar de raíz toda relación.
Pero, ¿qué significa
“estar” para una persona?
¿Significa que vas a
estar con ella, para ella, pase lo que pase o sólo si se ciñe a tus
deseos?
Porque existen relaciones
basadas en la libertad y otras basadas en la coacción. Y tenemos un
problema cultural grave, porque se nos enseña de boquilla que
toda relación se basa en la libertad, cuando lo cierto es que la
mayoría se terminan convirtiendo en relaciones coercitivas.
Se nos enseña que las
relaciones son estáticas, como si los deseos de las personas no
pudieran cambiar y evolucionar con ellas, como si por el hecho de
decidir algo en un momento dado, no pudiéramos cambiar de opinión
después.
Las amistades suelen ser
más flexibles en cuanto a ésto último, de ahí que suelan ser más
duraderas que las relaciones de pareja (y más satisfactorias a la
larga).
El problema, convenimos,
está en las relaciones de pareja. Concretamente, en las relaciones
de pareja basadas en el estereotipo del amor romántico, que es el
que manda en el mundo occidental.
Una relación de pareja
basada en el amor romántico establece, básicamente:
-Que el amor de pareja es
necesariamente sinónimo de sacrificio.
-Que el amor de pareja es
eminentemente exclusivista.
-Que el amor de pareja
está por encima de cualquier otro.
Y si te sales de estas
condiciones es que “no quieres a esa persona de verdad”. No,
perdona, a lo mejor es que no te quiere como tu querrías que te
quisiera. Como si se pudiera querer
de mentira.
Es decir que,
objetivamente, el amor romántico aún basándose en la anulación
y/o represión de los deseos personales de dos individuos, es lícito
porque esas dos personas están dispuestas a renunciar a sus derechos
individuales. Se premia a las personas que han elegido libremente
ser esclavos el uno del otro. Y cuando empiezas una relación
con una persona, esto no se dice muchas veces ni se pacta, esto se
supone. Y se supone aunque la relación cambie o sea
insatisfactoria o cualquier otra cosa. Ahí viene la trampa:
mantenemos las “obligaciones” de una relación a pesar de que
haya desaparecido la satisfacción que nos proporcionaba.
Cuando nos enamoramos,
muchas veces esperamos contratar el amor de esa persona para
siempre -o hasta que nos dé la gana-. Y si a los dos meses no
le satisface, le damos de baja sin compromiso ;-)
Contratamos afecto y, en
ocasiones, hasta con compromiso de permanencia (como en el caso del
matrimonio tradicional). Y luego nos frustramos porque las cosas no
salen bien, porque al final esa relación se torna en una fuente
constante de insatisfacción. ¿Por qué? Porque las condiciones han
cambiado, pero no se nos permite modificar las reglas del juego.
Hay una coerción muy
sutil que se establece en una relación de pareja. Una coerción que
personalmente me aterra. El perverso juego es el siguiente: Yo te doy
10... así que dame 10 tú también. Y si no lo haces, no me quieres.
Y si no me quieres, sal de mi vida. Y así es todo de radical.
Vamos por la vida
exigiendo a las personas que nos quieran como nosotras las queremos,
y esto no es así, no puede ser así, por más que nos empeñemos.
Eso por un lado.
Desde mi punto de vista
femenino y heterosexual (creo), las mujeres nos encontramos con otro
problema, además de tener que cumplir con el estereotipo de amor
romántico.
Ahora que los tiempos han
cambiado, los hombres gritan: ¡mujeres sumisas no, mujeres
libres!
Y
eso queda muy guay y muy políticamente correcto. Pero pocos se paran
a pensar qué significa ser una mujer libre. Ser una mujer libre
implica guiarte antes que nada por tus deseos, pensamientos y
sentimientos. Si se diera el caso de tener que elegir, esa mujer
elige por encima de los deseos, pensamientos y sentimientos de los
demás, sí. En cierto momento, esa mujer puede elegir tener más en
cuenta el deseo de otra persona antes que el suyo, pero eso no es una
obligación innata en la mujer como se nos viene inculcando desde
pequeñas, ni es una costumbre sana si se hace a menudo, sino que al
ser una elección individual -y puntual- se llama hacer un
favor enorme. Aunque no
tiene que ser necesariamente sinónimo de amor. De
hecho, muchas veces se hace por puro interés.
En
fin, aquí viene la perversión del sistema heteropatriarcal:
Una
mujer elige satisfacer a un hombre. Aplausos, vítores. Ha elegido lo
correcto, ha elegido anteponer a otras personas antes que a sí
misma.
Una
mujer elige mandar a paseo a un hombre. Abucheos, gritos de
decepción. Es una estrecha... salvo con una honrosa excepción.
Antes, ninguna mujer podía estar con un hombre que no fuera su marido. Ahora se nos permite estar con más de un hombre, pero sólo si al final nos volvemos buenas, sólo si al final terminamos con única compañero al que ser fiel todos los días de nuestra vida. ¿Es eso libertad o nos la están volviendo a dar con queso?
¿Podemos
tener mujeres libres cuando se nos presiona desde la sociedad para
que anulemos y reprimamos lo que somos en pro de los deseos de otro,
preferiblemente varón?
Podemos,
sí, pero conlleva el precio de la estigmatización social, mientras
que los hombres que eligen el camino de ser libres no suelen correr
la misma suerte que nosotras en este aspecto.
Muchos
hombres desean que las mujeres que les interesan sólo para tener
sexo sean muy libres, sean muy putas. Como los están satisfaciendo,
ahí no hay problema y está todo bien.
¿Y
para establecer una relación de pareja? Las cosas cambian. Ellos también
eligen a chicas malas
para enrollarse, pero se casan con las buenas. Es decir, que las malas, las putas, las libres, no son dignas merecedoras de amor.
¿Quiénes son las buenas? Aquellas que aceptan las normas
heteropatriarcales de sumisión por sistema, se supone que de forma
totalmente voluntaria, a los deseos del otro.
La
clave está en qué deseamos ser nosotras. ¿Deseamos ser mujeres
libres para unas cosas y sumisas para otras? (Hipócritas, en otras
palabras) ¿Tenemos que desdoblar nuestra personalidad para contentar
a todo el mundo? ¿Una mujer puede ser
muy puta con otros y muy
fiel con uno? O peor
aún... ¿debe serlo si no está de acuerdo con ello?
¿Cómo
ser libres si la sociedad claramente aplaude el hecho de que pongamos
cadenas a nuestra naturaleza y nos escupe cuando no cumplimos con
unos supuestos? Pues a base de sangre y fuego, no hay otra. ¿Queremos
ser mujeres libres, sumisas o sumisas que aparentan ser libres? Y allá cada una. Todas tienen claras
consecuencias.
Amar
a una mujer es aceptarla con sus deseos, pensamientos y sentimientos.
Gracias a ellos y, a veces, a pesar de ellos. Es lo que hace que una
mujer sea esa y no otra. Si a una mujer le negamos que desee, piense
y sienta como lo hace, es negarle que sea ella misma. Cuántas veces
procuramos negar la realidad de lo que es,
para convertirla en la que deseamos que sea.
No
olvidemos tampoco que ellos no se escapan de las reglas del juego,
aunque si lo hacen no son tan castigados. El estereotipo del amor
romántico no entiende de géneros. A ellos también les pide que,
por cojones, renuncien a una serie de privilegios sólo porque se han
enamorado. Y si quieren, que lo hagan. Pero no deberían tener por
qué hacerlo. Y nosotras tampoco.
Las
relaciones de pareja son difíciles por eso, porque muchas veces no
sabemos distinguir entre nuestro deseo y el de la otra persona. Y ahí
aparece la coacción en ocasiones, lo que termina sin ninguna duda
con la relación.
Una
relación sexual libre se basa en tres cosas, como dice la canción:
confianza, respeto y colchón. Si es amorosa, se añade un plus de
afecto. Pero no hay más. Si cualquiera de esas cosas falla, es el
principio del fin de la relación. Y todo esto, repito, suponiendo
que hay un contexto de libertad, donde no tenemos miedo de decir a la
otra persona que algunas de estas condiciones han cambiado o se han
ampliado a una tercera, o a saber.
Que
nacer paloma hubiera sido más fácil que nacer persona. O no. Como
decía Unamuno, a lo mejor el cangrejo resuelve ecuaciones de segundo
grado.
***
He
elegido la canción que está a continuación porque habla de una
chica libre, una chica que no quiere ser una princesa, que “sola
está mejor” y a la que el chico no entiende y la tacha de ser “un
conflicto mundial” porque no le pone las cosas fáciles. Si bien es
cierto que la chica parece que con esto de la libertad ha perdido un poco el
norte y cae en el error de querer imponer al chico una serie de
cosas, como que deje de hablar con sus amigas: “Me dice que se
acabó esa mierda de charlar/con tus amiguitas en el disco bar”,
aplicándole las reglas exclusivistas del amor romántico, no deja de
llamarme la atención lo conflictiva que le parece al muchacho, como si la chica estuviera loca o algo. El chico claramente es un cobarde y se deja hacer, por eso la mala es ella y hasta le ha hecho una canción y todo. Está compensando, que se dice en Psicología. Tiene miedo de enfrentarse a ella porque ella demuestra ser fuerte, incluso autoritaria.
Hubiera sido más raro que esta canción la hubiera escrito una mujer,
porque el comportamiento del “emperador” se ve más normal. Son
ellos los que se suelen ir al bar con sus amigos mientras ella está
en casa. Son ellos los que nos exigen más a menudo que renunciemos a cosas por estar con ellos. Son ellos, con mayor frecuencia, quienes nos piden que renunciemos a nuestro espacio propio.
En
mi opinión, es mejor dejar los imperios para la historia y empezar a
crear relaciones basadas en el respeto y la confianza, que queda muy
bien decirlo, pero que es difícil en ocasiones porque hay que dejar
el egocentrismo radical a un lado... pero sin perder de vista jamás que YO es la persona más importante de nuestra vida.
"No hay quien os entienda, ¡basta ya!"... pues elige a una borreguita, chico, probablemente te irá mejor.
Tener trece años nunca
es fácil. La tormenta hormonal puede convertirse en un problema,
sobre todo cuando empiezas a darte cuenta de que, además de tu propia
inseguridad, tienes algunos rasgos que hacen que no te sientas
identificada con tus amigas.
Empiezas a escuchar
comentarios que no entiendes como, por ejemplo, que Fulanito es un
tío que está muy bueno. Lo que en principio parece un hecho aislado
se convierte en una norma en la que, de un modo u otro, te encuentras
atrapada.
A saber, Fulanito es un
idiota. No hace falta conocerlo muy a fondo para darse cuenta de ese
pequeño detalle. Pero Fulanito es rubio y eso a algunas chicas les parece el colmo de la fascinación, por lo tanto Fulanito se
transforma mágicamente en el centro de todas las conversaciones. De repente, tus amigas parecen haber sido abducidas por extraños
marcianos que se han introducido en sus cuerpos, y empiezas a
plantearte qué tipo de amigas tienes porque ¿cómo puede volverlas
locas a todas, a absolutamente todas, el mismo imbécil? Un imbécil
que no es ni simpático, por cierto.
Este hecho siempre será uno de los grandes misterios de mi adolescencia.
Sin embargo, la cosa no
termina ahí y, antes o después, a ti te termina gustando un chico.
Pero, por supuesto, es un chico fuera de la norma estética de tu
grupo de amigas. Es un chico que no es especialmente guapo -incluso
no lo es en absoluto- pero que tiene encanto, sabe hablar de muchos
temas y a menudo es tan incomprendido por los chicos como tú por las
chicas. No estoy hablando del típico empollón pedante que necesita
demostrar algo a los demás constantemente, sino de una persona
curiosa por naturaleza que se interesa sinceramente por el mundo que
le rodea. Si tienes el valor de confesar que ese es el chico que te
gusta, te convertirás en una tía de lo más rara a los ojos de tus amigas. Y ahí vienen los reproches: ¡pero si no es guapo! ¡pero
si Fulanito le da mil vueltas!
Sin embargo, tú a
Fulanito no le darías ni la hora, eso es así. Y a ti te quedarán
varios meses de escuchar comentarios absurdos por parte de ellas
acerca de Fulanito, hasta que la moda de los rubios se pase y venga,
por ejemplo, la de los que parecen unos chuloplayas.
Un par de años después,
cuando vayas de discotecas, tus amigas aprenderán que eres una
valiosa aliada porque al tener gustos diferentes, nunca te liarás
con ninguno de los chicos que a ellas les gustan. Entonces llega ese
bello momento en el que observas cómo tus amigas empiezan a pegarse
puñaladas entre ellas porque les mola el mismo chico y quieren
llamar su atención. No te queda más que hacer de mediadora para que
no se maten entre ellas y empezar a presentarles chicos de ámbitos
distintos para que el objeto de deseo no coincida.
Luego es probable que
descubras otros pequeños detalles que os diferencian, como que tú
eres más de cervezas y ellas más de malibú con piña. Pero esa
es otra historia y debe ser contada en otra ocasión...