30.9.13

La hija del espantapájaros

A veces preferiría
que tu amor se expresara con caricias
en lugar de hacerlo con rayos y truenos.

A veces preferiría
que por mi cumpleaños, en lugar de un vestido,
me regalaras un beso.

A veces preferiría
que me escuchases, tan sólo por un momento,
y no volvieras contra mí mis propias palabras.

A veces preferiría
que tus gritos no cortasen mis silencios,
y mis silencios no se convirtieran en lágrimas.

A veces preferiría
mirarme en el espejo de tus ojos
y no ser en tu mundo un motivo más de decepción.

A veces preferiría
que el torrente de tu voz fuera por una vez amable
en lugar de hosco, imperativo y destructor.

A veces preferiría...
que a veces no fuera siempre,
y que a veces, siempre, fuera nunca.




15.9.13

Tiempos difíciles para aprender a bailar


Era una noche cuajada de estrellas y él me invitó a bailar
cuando des nuevos pasos, asegúrate de hacerlo con firmeza
me dijo entre cañas de cerveza y alguna canción de jazz
cuyo título apuntamos en una servilleta
y a las tres de la mañana olvidamos en la barra del bar.

Tiempo después dejamos de vernos y yo
comencé a dar nuevos pasos hacia la dirección que creí más correcta 
y fallé, una y otra vez,
y no dejaban de venirme a la cabeza sus palabras:
cuando des nuevos pasos, asegúrate de hacerlo con firmeza.

Vacié el tablero de ajedrez en la mesa y empecé de cero
nunca es fácil cerrar la puerta si está abierta una ventana
a menos que lo hagas a patadas,
que fue el único modo que encontré en esas circunstancias
de marchar por un camino que sabía lleno de adversidad.

Sabes el pánico que me daba la soledad,
admiré a todos los hombres que pasaron por mi vida
capaces de estar más de cinco minutos en su habitación sin gritar
y no dejaba de preguntarles ¿cómo lo haces?
¿cómo puedes estar en silencio y no asustarte, no mirar atrás?

Y a pico y pala abrí un agujero entre la nada
y por él me colé y aguanté los temblores de la tierra,
los momentos en los que el agua todo lo anegaba,
y continué hacia delante. Entiéndelo, tuve un mal ejemplo en casa,
mi padre siempre fue un cobarde y yo sólo quise ser algo mejor.

A todos preguntaba entre sonrisas cómo estás, corazón
tratando de desviar su atención hacia mi causa y mi terror;
así podría pasar de puntillas, a cuestas con mis dudas y mi pena
por la puerta de nuestra conversación sin que se dieran cuenta.
Mi madre me enseñó que fingir fortaleza hace que al final te la creas.

Y con nadie hablé de mis madrugadas agarrada a una botella,
de mi entumecido corazón al que le pegaban latigazos
nada más se atrevía a latir algo más alto.
Sola con mis demonios en la cama hasta que los vencí
y en esas estaba cuando recordé sus palabras:

Cuando des nuevos pasos, asegúrate de hacerlo con firmeza.
Y aprendí a bailar foxtrot con presteza y me concedí poder dudar
sin prisas, y dejar el quickstep para más tarde, sin tener a nadie en cuenta.
Sólo así podría hacerlo bien, mi única obsesión en la vida,
ya que de amor y perdición estaba bien servida. Hace mucho que venía de vuelta.

Son tiempos difíciles para quien inicia una nueva estela
en el camino de sus días. En una ciudad inmersa en crisis egoístas
el corazón también se desgasta y yo trato de inventar una respuesta.
Si me preguntas qué hacer te diré que fingir fortaleza,
me lo enseñaron mis mayores, qué puedo decir, 
cuando des nuevos pasos, asegúrate de hacerlo con firmeza.




10.9.13

Ariadna en el laberinto


Borré todas las huellas que encontré a mi alrededor
porque no quería seguir los pasos de nadie,
sólo distinguir las mías en la arena
cuando mirase hacia atrás.

El camino se iba haciendo por momentos
más largo y angosto,
y en más de una ocasión tuve miedo
por si no era capaz de volver a respirar.

Es todo tan difícil
cuando te falta el oxígeno,
cuando te fallan las fuerzas
cuando todos los demás están tan cerca 
y tan lejos a un mismo tiempo.

Y el sendero sigue ante ti,
es lo único que permanece constante
aunque no sepas si serpentea formando un zigzag
o una espiral infinita.

Qué te queda si no es calmar la sed
y continuar hacia delante,
ignorando si rezar por salir del laberinto
o por encontrar al minotauro cuanto antes.

4.9.13

Café para dos

Cris me preguntó por ti y yo le dije que no tenía ni puñetera idea de dónde estabas.
Te deberías de preocupar más por él, me dijo. Aguanté las ganas de mandarla al cuerno y empecé a lanzarle preguntas insidiosas.

—¿Sabes esos hombres que se pasan la vida haciendo planes para un futuro que nunca llega? Los detesto, a todos ellos. Creen que por planificar ya nos van a encerrar en su futuro, como si pudieran. Crean una falsa seguridad y se aferran a ella en lugar de saber cómo mantenerse a tu lado día tras día. Una deliciosa estupidez que cada vez los aleja más del presente.

—Pues a mí me gusta hacer planes de futuro— replicó como si no supiera de qué le estaba hablando.

—Hablando de planes de futuro, ¿cuándo piensas ir a Marruecos, eh? Llevas soñando con ir desde que conozco, y de eso hace ya más de nueve años.

—Cuando a Carlos le den permiso para cogerse unas vacaciones en la oficina.

—Exacto. ¿Y qué pasa si te mueres mañana? ¿Dónde quedan tus planes de viajar a Marruecos? Toda la vida planeando algo que en realidad nunca va a ocurrir. ¿No te parece absurdo?

—¿Y qué harías en mi lugar?

—Hacer las maletas, coger todos los bonitos recortes que has hecho durante años de guías y revistas con indicaciones de aquellos lugares que quieres visitar y largarme este mismo fin de semana.

—Pero...

— Futuro inmediato, nena.

—Carlos no tendrá vacaciones hasta...

—Olvida a Carlos. Déjale una nota en el frigo y márchate.

—Yo no soy como tú.

—¿Qué quieres decir con eso, si se puede saber?

— …

—¿Que yo no tengo pareja, que no sé lo que es llevar la responsabilidad de una relación?

—En parte, pero no te enfades. Ya sabes que la situación es diferente para cada una.

—Sería diferente incluso si viviéramos la misma.

—Reconócelo. Si Carlos me dejase ahora, me sentiría perdida y lo único en lo que podría pensar para animarme sería en quién sería el próximo. En cambio tú...

—Sí... yo soy más de las que piensa se ha quedado una soledad preciosa, ya verás como viene a enamorarme algún hijo de puta y la jode.

—Exacto. Pero no te enfades. Es sólo que yo no soy tan radical.

—Yo no soy radical, es sólo que...

— ...que tienes miedo. Tienes miedo de que te vuelvan a partir el corazón.

La miré. A veces no podía evitar preguntarme cómo una persona tan distinta a mí era capaz de verme tan bien. Ella me miró a su vez, con sus profundos ojos rasgados. Guardamos silencio durante unos minutos y entonces me levanté de la mesa para ofrecerle más café.