21.5.20

Deseada ataraxia y apatheia





Para alcanzar la ataraxia y la apatheia es necesario alejarse de todo aquello que produce perturbación en la medida de lo posible, así como lidiar y gestionar las perturbaciones allí donde se presenten.

En un mundo dominado por la ideología neoliberal, la perturbación no sólo se presenta de manera natural sino que además se inmiscuye de forma molesta e intrusiva sin que parezca posible evitarla. Sociedades alejadas de la naturaleza, que nacen y crecen rodeadas de cemento tienen muy difícil el desarrollo de la ecuanimidad que les permitirá ser libres. Sociedades construidas en base al deseo y no a la racionalización y análisis de lo que nos rodea nos condena inevitablemente a la infelicidad.

El estoicismo se hermana muy a menudo con el budismo, ya que un punto común es que para que cese el sufrimiento intrínseco a la vida, la renuncia al placer es el único camino.

Sin embargo, desde un punto de vista hedonista ¿tiene sentido venir a este mundo, con todas las complicaciones inherentes y a una misma vez renunciar a lo bueno que pueda ofrecer, placeres que pueden ser motivo para vivir en un sistema dominado por la crueldad? ¿Puede haber placeres que no deriven en sufrimiento? ¿Puede haber placeres buenos en una sociedad acostumbrada a vivir en el hostigamiento y la destrucción?

Difícilmente.

Si el observar y el no juzgar son dos pilares fundamentales de la actitud estoica,  entendemos pues que la aceptación de la vida tal cual viene debería ser una premisa necesaria.

¿Hay diferencia entre aceptación y resignación? ¿Dónde está el límite de una y corre el riesgo de comenzar la otra?

¿Debe ser el miedo al sufrimiento lo que nos empuje a la renuncia del placer, lo cual podría significar, hasta cierto punto, renunciar a la vida?

Hasta el lago más tranquilo en apariencia tiene sus corrientes subterráneas así como la vida que subyace debajo: algas, peces, formas de vida en tamaño micro. Y sin embargo todo se integra en perfecto equilibrio. No tendría sentido un lago muerto y estanco, carente de vida y de movimiento, pues de ese modo correría riesgo notoriamente de desaparecer tarde o temprano. ¿Cuántos charcos se evaporan a lo largo del día y podrían conformar a su vez, en conjunción, un lago completo?

Entonces, ¿cuál es el camino hacia la ecuanimidad? ¿Qué camino te lleva a aceptar la vida tal cual viene, gestionar los envites de la vida y salir ileso o dañado de la menor forma posible?
¿Es posible vivir al margen de la vida?

En otro orden de cosas, ¿es posible aferrarse al presente de tal forma que ni el futuro ni el pasado supongan perturbaciones que intervengan en el desarrollo de la vida? El futuro está por nacer, pero el pasado tiene ramas muy largas que pueden llegar a alcanzar la copa del árbol, desestabilizarlo, torcerlo y finalmente secarlo.

Hay quien dice que en el fondo no importa, porque todas las decisiones que vamos a tomar realmente ya la hemos tomado y el ordenamiento temporal de acontecimientos sólo es necesario para conciencias humanas temporales como las nuestras.

El dominio de las pasiones se presenta como una habilidad a practicar para que estas no nos arrastren y nos hagan profundamente infelices, pero ¿cómo puede alcanzarse la excelencia en este ámbito?

¿Cómo puede alcanzarse la liberación antes de que llegue el momento de morir?

¿Realmente es suficiente el respeto y la confianza en la vida?