Dedicado a las mujeres
eternamente incomprendidas
Tener trece años nunca
es fácil. La tormenta hormonal puede convertirse en un problema,
sobre todo cuando empiezas a darte cuenta de que, además de tu propia
inseguridad, tienes algunos rasgos que hacen que no te sientas
identificada con tus amigas.
Empiezas a escuchar
comentarios que no entiendes como, por ejemplo, que Fulanito es un
tío que está muy bueno. Lo que en principio parece un hecho aislado
se convierte en una norma en la que, de un modo u otro, te encuentras
atrapada.
A saber, Fulanito es un
idiota. No hace falta conocerlo muy a fondo para darse cuenta de ese
pequeño detalle. Pero Fulanito es rubio y eso a algunas chicas les parece el colmo de la fascinación, por lo tanto Fulanito se
transforma mágicamente en el centro de todas las conversaciones. De repente, tus amigas parecen haber sido abducidas por extraños
marcianos que se han introducido en sus cuerpos, y empiezas a
plantearte qué tipo de amigas tienes porque ¿cómo puede volverlas
locas a todas, a absolutamente todas, el mismo imbécil? Un imbécil
que no es ni simpático, por cierto.
Este hecho siempre será uno de los grandes misterios de mi adolescencia.
Sin embargo, la cosa no
termina ahí y, antes o después, a ti te termina gustando un chico.
Pero, por supuesto, es un chico fuera de la norma estética de tu
grupo de amigas. Es un chico que no es especialmente guapo -incluso
no lo es en absoluto- pero que tiene encanto, sabe hablar de muchos
temas y a menudo es tan incomprendido por los chicos como tú por las
chicas. No estoy hablando del típico empollón pedante que necesita
demostrar algo a los demás constantemente, sino de una persona
curiosa por naturaleza que se interesa sinceramente por el mundo que
le rodea. Si tienes el valor de confesar que ese es el chico que te
gusta, te convertirás en una tía de lo más rara a los ojos de tus amigas. Y ahí vienen los reproches: ¡pero si no es guapo! ¡pero
si Fulanito le da mil vueltas!
Sin embargo, tú a
Fulanito no le darías ni la hora, eso es así. Y a ti te quedarán
varios meses de escuchar comentarios absurdos por parte de ellas
acerca de Fulanito, hasta que la moda de los rubios se pase y venga,
por ejemplo, la de los que parecen unos chuloplayas.
Un par de años después,
cuando vayas de discotecas, tus amigas aprenderán que eres una
valiosa aliada porque al tener gustos diferentes, nunca te liarás
con ninguno de los chicos que a ellas les gustan. Entonces llega ese
bello momento en el que observas cómo tus amigas empiezan a pegarse
puñaladas entre ellas porque les mola el mismo chico y quieren
llamar su atención. No te queda más que hacer de mediadora para que
no se maten entre ellas y empezar a presentarles chicos de ámbitos
distintos para que el objeto de deseo no coincida.
Luego es probable que
descubras otros pequeños detalles que os diferencian, como que tú
eres más de cervezas y ellas más de malibú con piña. Pero esa
es otra historia y debe ser contada en otra ocasión...
Como dicen los franceses:"Vive la différence"
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