3.1.17

Final de juego


Ya no sé qué queda a final de juego.
Tenías el doble rasero de quien habla
de mujeres de las que nunca se enamora.
El viento roza mis alas y ya no sé
si quiero emprender el vuelo
o dejar que me arranque las raíces,
¿qué dolerá menos?
Qué ironía que mi fuego te quemase
cuando tú me helaste las entrañas.
Qué ironía que ahora que estoy curada
note a las hienas apostándose mi alma.
El jersey que llevo siempre conmigo, roto,
es señal de la guerra que ruge por dentro,
batalla tras batalla,
las heridas de bala que escuecen y no sangran
están abiertas
como estos labios míos
que nunca callan.
Vuelvo a tener miedo de hablar de las cosas
de las que nunca se habla.
Y lo siento.
Siento al fuego arder
donde no debe;
son los aullidos de mi propio infierno.
Vienen a saludarme antiguos miedos
y la única certeza en este final de juego
es que el juego nunca se acaba.
Ruedan los dados
-mis esperanzas, mis sueños-
y yo,
continúo a la deriva, con ellos.

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