5.3.18

De nacionalidad, extranjera




Yo no pertenezco aquí.
I don’t belong here.
Suena Creep.                           .
Yo no soy de aquí y sin embargo formo parte de estas calles
y efectivamente las paseo como si fueran mías.
Y a veces me digo que sí,
que puedo caminar por aceras cortas,
conocer el nombre de todos los vecinos de los barrios
y que tu amiga sea amiga a su vez de alguien más
que acabas de conocer.
A veces me digo que sí,
que puedo acostumbrarme a esta cercanía,
que no me cansaré de hacer los mismos recorridos
todos los días. Que siempre hay algo diferente
en los ojos de los demás, que la luz no es la misma
que al día siguiente, que sólo hay que saber mirar.
Y me convenzo ¿eh? Exagero mi acento o lo dejo correr
y permito que el sol me queme la piel
porque me gusta sentir el calor del sur
(aunque no tenga melanina suficiente para asimilarlo).
Y cuando casi me he convencido del todo
y sueño con una casa en propiedad
-heredada, eso sí, de algún primo lejano
porque hipotecarme sería suicida-
el viento me susurra al oído
que yo no soy de aquí.
Por mucho que quiera este pedacito como si fuese mío.
Y aunque me obligo a recordar la nostalgia
de estar fuera de la tierra que te vio crecer
y me obligo a pensar en las personas en el exilio
que sueñan con volver,
algo me hierve en el pecho
y las alas que tenía olvidadas
me pesan en la espalda a su vez
y me entra esa fiebre nómada que hace que en mi maleta
sólo quepan algunas personas y animales por doquier.
Y me imagino viajando y viviendo en diez sitios distintos
y me imagino lo que sería nunca volver,
hacer mío lo desconocido,
cambiar de lenguaje y de piel.
Me veo desapareciendo en la marea de una ciudad
donde nadie sepa mi nombre,
o en una casita con huerto en la montaña
y alrededor cien lugareños
o seis habitantes,
pero alejada de todo cuanto conocía de antes.
A veces tengo esta extraña manía
de sólo sentirme segura en

los                                                                                                        extremos.

¿O sería tan osada de vivir en mil sitios
y no sentirme nunca de ninguna parte?
Siempre el diablo está en los detalles.

Y pienso en todo ésto y luego dejo los ensueños
y vuelvo a esta ciudad,
y se me quedan las aceras cortas demasiado cortas,
camino sigilosamente ante caras conocidas
y los turistas pasan por mi lado sin preguntarme direcciones
porque saben que seré de muchas partes
pero que nunca fui de aquí.
Y eso se me nota en los andares,
y eso es lo que siento en los oídos
cuando escucho música de mil lugares
y me pienso descubriéndolos contigo.
Y es que yo sólo vivo en mi cabeza 
con mis sueños y contigo.
En mi mirada siempre pone, de nacionalidad, extranjera
vaya donde vaya;
tengo ojos de universo y en mis labios, la galaxia;
una galaxia tan lejana como en tus pelis de ciencia ficción
donde pasa lo que nunca pasa y ocurre lo que siempre ocurre,
vida, muerte, triunfo, fracaso y amor.

La especie humana y su contradicción.











2 comentarios:

  1. Plantearte de donde eres: otra reflexión sobre la identidad.
    Considero que eres de un lugar cuando te sientes parte del mismo y, por supuesto, se puede ser de varios sitios.
    Saludos.

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  2. Un texto muy tú.
    Estoy seguro de que sonaría genial con música.

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