23.4.13

Peligrosos juegos de rol


Mi relación con el tabaco era -es- eminentemente destructiva y tú lo sabías. Por eso te empeñabas en quitarme continuamente los cigarrillos y me sonreías sin pudor cuando te mentía diciéndote que había dejado de fumar.

Qué hipócrita eras.

En cambio, nunca me quitaste de las manos ningún vaso de vodka a pesar de que lo utilizaba por el mismo motivo. En parte, porque sabías que, de hacerlo, me pondría tan histérica como un cachorro abandonado al que, además, le quitan el único juguete que le ofrece algo de consuelo en su desdicha; en parte, porque sabías que sólo después de cinco chupitos era capaz de acostarme contigo sin torcer el gesto.

Qué hipócritas eras.

Jamás te negaste a arrancarme la ropa aunque sabías que yo sólo quería follar, sin mirarte a los ojos ni una sola vez, para poder pensar tranquila en otro a quien sí amaba, algo que jamás podría decir de ti, y así usar tu cuerpo como catalizador para reencontrarme con él.

Qué hipócrita eras.

No sólo no disminuía tu culpa, sino que no dejaba de acusarte de aquello en lo que me habías convertido. Una zorra mentirosa, una zorra mentirosa más, como cualquiera de las putas con las que te acostabas antes de conocerme.

Pasó ese tiempo en el que no podía dejar de ducharme tres veces diarias para no sentirme sucia, aunque sólo fuera por unos instantes.

Desde entonces, apenas he sabido mentir aunque sea inevitable que lo haga, teniendo en cuenta el ambiente hostil en el que tengo que desenvolverme día a día.

Siendo sincera, sólo miento para sobrevivir. Cuando lo hago, acostumbro a prometerme en silencio fumarme un cigarrillo después.

¿Sabías que un cigarrillo equivale a un minuto menos de vida?

El álgebra es, al igual que las palabras, mi especialidad. Nací siendo un híbrido entre calculadora y diccionario, lo que hizo sencillo crear mi acepción matemática de autocastigo: Un cigarrillo; una mentira más, un minuto menos.

No te engañes, la vida sólo merece la pena cuando la vives de verdad.

Y hablando de vicios, juegos y adicciones, déjame descubrirte una pequeña obviedad. Lo único que no mata en esta vida es la muerte. 

Fumar mata. Respirar, también.

Ahora, lo único que me consuela es saber que te traiciono, que te voy arrebatando el rol para el que naciste. Que te despojo de tu naturaleza aunque sea a costa de pervertir la mía.

Así, yo te rebajo a la categoría de simple mentiroso, el triste y nada original papel que me habías concedido, mientras yo me vuelvo, a cada mentira, un poco más artificiosa, más como tú, más hipócrita en definitiva.





2 comentarios:

  1. Me encantan estas historias autodestructivas. Esta además aderezada con una especie de retorcida y oscura forma de venganza. Más autodestrucción.

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Sencillamente espectacular.

    ResponderEliminar