25.4.14

La pequeña salvaje

Necesito abrazar a mi pequeña salvaje.

Las personas como tú intentan dormirla,
asesinarla, desangrarla con un cuchillo mientras duerme
y revolcarse en lo que quede de ella
para decir que alguna vez fue suya.
Las personas como tú intentan destruírla
y hacerse una armadura con sus pedazos,
cegar a los enemigos con el resplandor
del cadáver que una vez albergó hermosa savia.
Las personas como tú son muy normales,
muy vulgares,
las veo día a día frente a mi ventana
paseando y hablando
como si eso no fuese lo último
que van a hacer en su vida.
Esas personas son, como tú, mediocres,
sin más meta en la vida que respirar
a pesar de que eso ni siquiera para ellas
sea un verdadero propósito.
Las detesto -os detesto-
porque queréis llevaros el tesoro
sin tener que luchar con el dragón.

Sin embargo yo preciso de los salvajes,
de los otros salvajes,
de mi tribu,
los necesito a todos ellos,
niñas sabias,
hombres canosos,
gatos en silencio
y cactus que me gritan desde mi balcón.

Quiero que haya salvajes fuertes
que, en-sí-mismados, me muestren mi debilidad,
salvajes sabios
que enseñen hasta dónde llega mi ignorancia,
salvajes libres que señalen los barrotes
de mi propia cárcel para ver también así la suya.
Necesito a los salvajes, como yo,
resabiados y aprendices.

Necesito que me hagan reconocer a mi pequeña salvaje
-mi pequeña salvaje, todo lo que soy,
el refugio del mundo, un talismán de buena suerte-
reconocerla yo,
abrazarla, acunarla
para que sea capaz de llevarme a cuatro patas
hasta la guarida del dragón
y una vez allí, junto a ella,
-junto al clan-
vencer.


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