5.1.14

Cause the night...

Because the night belongs to lovers.
Because the night belongs to lust.
Because the night belongs to lovers.
Because the night belongs to us.



Vine a decirte que ya no está, se lo han llevado.

Se lo han llevado junto a todos los sueños que una vez tuve... contigo.
O acerca de ti, pues nunca los compartiste.
Vine a decirte que pasé por la puerta del bar donde nos escondíamos en inviernos más duros que éste y, si bien me entró cierta nostalgia debido a su inmediata aniquilación, me pareció natural que desapareciese. Nosotros nos habíamos extinguido... ¿por qué no él?
Sin embargo, lo que más me entristeció fue el hecho de no notar ese ácido corroyéndome el corazón que tanto me había dolido en meses anteriores. Pasé junto a ese lugar que nos había dado refugio las suficientes noches como para que me salpicases el alma con tu melancolía de lobo herido, a sabiendas de que ya tan sólo eras una cicatriz, y por tanto ya no me sangrabas, ya no me hería el olvido al que me habías relegado.

Me hubiera gustado arrodillarme de dolor delante de aquella puerta que nos vio salir entrelazados -o deseando caminar entrelazados- en más de una ocasión, como si el hecho de que cerrasen aquel maldito bar significase que estaban sepultando una parte de mí. O peor, una parte de ti. Eso sí que podría haberme destrozado. La desaparición de los maravillosos recuerdos que guardaba de ti. De ti, de aquel tú confuso y perdido al que amaba con pasión desenfrenada. Pero no lo hice. Pasé de largo como si nada, como si estuviesen enterrando el corazón de otra y yo fuese una mera espectadora más.

Entonces recordé todas esas cosas que nunca te dije. Y que también era culpa tuya no saberlas al no haberme dado el tiempo suficiente para decírtelas ya que, al fin y al cabo, no las querías oír -chico listo-. Y ya que huías de mí, siempre pensé que al menos deberías de haber tenido el valor de llegar hasta el final, de saber a qué tipo de alma inquieta y atormentada te enfrentabas. Sin embargo, nunca me diste esa oportunidad.

De modo que volví de madrugada delante de aquel bar de los demonios, cuando los albañiles se habían marchado, y le conté a aquella puerta de madera, que aún perduraba solitaria, todas esas cosas que nunca te dije, como si se las estuviera diciendo a tu cadáver sepultado.


Me pregunté qué sería de ti, si yo era la misma mujer desesperada que conociste -aunque ahora lo disimulaba mejor-. Y dije que jamás había besado a alguien con tantísima desesperación, con tantísima ansia como a ti. Que nunca nadie me había destrozado una chaqueta de cuero -aunque fuese de imitación- a base de estamparme repetidamente contra las paredes de la calle a cada dos pasos buscando con furia mis labios. Que nunca había llenado las aceras de tanta pasión como la que te demostré aquella noche. Que jamás el frío volvió después a ser mi aliado. Que la palabra amante nunca tuvo tanto significado. Pero, sobre todo, que jamás me ha vuelto a pertenecer la noche como cuando me estrechabas entre tus brazos y me susurrabas, mirándome a los ojos del alma, que me harías el amor toda la noche.




1 comentario: