—¿Y por qué le causa tantos transtornos? —preguntó el psicólogo cruzándose de piernas—
tengo entendido que no es su novia, ¿no?
—
No, no lo es. Al menos no lo que uno entiende en general por novia.
—
Pero, ¿ella lo quiere a usted?
—
Si le digo la verdad, no lo sé.
—
¿Eso es lo que lo atormenta?
—
En parte sí... y en parte no.
—
¿Entonces?
—
Es que con ella uno no puede estar nunca seguro de nada.
—
A ver, se ve que la chica le preocupa. Cuénteme más sobre ella.
—
…
—
¿No se le ocurre nada?
—
Es difícil de describir.
—
Inténtelo.
—
Bueno... Imagine que tiene una relación parecida a una partida de
ajedrez. Cada movimiento debe estar muy medido y calculado, y el más
mínimo fallo puede poner de pronto a tu rey contra las cuerdas. Eso
me provoca mucha tensión. Sobre todo porque mi contrincante es algo
así como un bloque de nitroglicerina; si lo agitas demasiado fuerte,
te estalla en la cara.
—¿Y
por qué le crea tanta inseguridad? ¿Tan exigente es?
—Peor.
Hay que añadirle el hecho de que en principio crees que estás
jugando al ajedrez y de pronto ¡zas!, cambian las reglas del juego y
estás jugando a las damas.¿Quién
no va a volverse loco así? Mire dónde he terminado, en su consulta
—respiró hondo—. El
otro día tuve un sueño, ¿sabe? No recuerdo nada de él apenas,
sólo una cosa. Sus ojos, los
de ella. Sus ojos
taladrantes mirándome desde la oscuridad, acechando cada movimiento.
—¿Y
qué le decían esos ojos?
—No
lo sé, sólo me miraban. Me hacían sentir... desnudo. Vulnerable.
¿Conoce la historia de Edipo?
El
psicólogo casi no pudo reprimir una carcajada, pero respondió:
—Me
suena.
—Pues
bien, ella es la esfinge. Pone a prueba a todo aquel que se cruza en
su camino, desde las personas que le dirigen un puñado de palabras
hasta las que le son más cercanas. A todas, constantemente.
—Eso
debe de ser agotador.
—Para
cualquier persona sí, pero ella no se cansa. Está analizándolo
todo siempre,
como si ella fuera una científica y el mundo su laboratorio de
pruebas. Cuesta distinguir
cuándo habla en serio y cuándo no lo hace. Además, cada vez que me
mira tengo esa sensación de que sabe todo de mí y que, si quisiera,
podría hacerme volar en pedazos con sólo chasquear los dedos.
—Pero
usted está aquí, conmigo. Se ve que no lo ha hecho.
—No
lo hace. No creo que lo haga. Pero puede, ahí está el miedo. Es esa
capacidad latente la que asusta. No se puede controlar, doctor. No se
puede. Es como querer agarrar a un animal salvaje y enseñarle a ser
civilizado después de casi media vida en la selva. ¿Cómo le dices
al mar que vaya más despacio o que tenga menos olas?
—No
se puede pero... sí se puede construir un barco más fuerte.
—¿Qué
quiere decir?
—Que
si ella no quiere cambiar, y realmente no tiene por qué hacerlo, o
se adapta o se marcha. No todo el mundo está hecho para llevarse con
todo el mundo. Si me habla de una persona que cambia constantemente,
tal vez esté más perdida de lo que piensa. Quizá no lo tenga todo
tan medido. Y querer que sea estable... bueno, todos hemos estado
perdidos alguna vez. Es algo que no se puede controlar. Pero si le
causa tantos transtornos ese hecho, tal vez debería alejarse.
—Pero
no quiero. No quiero hacerlo.
—Entonces
tendrá que aprender a lidiar con ella de la manera que sea. Aunque
me pregunto si esa personalidad inestable no hará que la suya se
tambalee. Recuerde que la
esfinge, hasta que llegó Edipo, se dedicaba a devorar a todo aquel
que no resolvía sus acertijos. Espero que haya algo constructivo en
esa relación. De otro modo, quizá se encuentre usted ante una
terrorista emocional.
Magistral entrada, de principio a fin. Habrá que construir un barco más fuerte, pues lo que está claro es que "Ningún mar en calma hizo experto a un marinero".
ResponderEliminarA veces ocurre que la esfinge a la espera de que se resuelva su acertijo se vuelve un tanto irascible (la soledad y la incomprensión produce eso). Otras veces la esfinge está hueca por dentro, parece interesante...pero no lo es. Diferenciar una opción de la otra puede ser una tarea costosa en tiempo y fuerza. Todo depende de si se quiere arriesgar la vida, pues al final todo se divide en lo que uno puede o no puede hacer.
Espero la continuación con muchas ganas!!! Me ha enganchado esta historia y quiero saber más...más!!! Sobre la victoria, sobre la derrota... o sobre ambas a la vez.
Un abrazo inmenso!!!
Cada vez que me paso por aquí adoro un poco más este espacio :)
Muy buenas. Agradezco mucho tus comentarios, me hubiera gustado haberte dado antes la bienvenida al blog, pero diversas circunstancias me tienen un poco fuera de juego. A ver si retomo mi actividad habitual, un beso y encantada de tenerte por aquí!
Eliminar¡Qué encanto de mujer!
ResponderEliminarPero creo que al final son los demás los que te hacen ser de una forma que muchas veces no quieres. Es ahí donde viene el conflicto. Y hay que ser muy bueno para saber romper esa estructura.
Cuídate.