A veces juego las cartas
demasiado deprisa, sin pensar (lo que pocas veces es mi estilo), y
eso conlleva el riesgo, en ocasiones, de perder la partida antes de
empezar.
Siempre queda la otra cara de la moneda por enseñar,
apostar al negro en lugar de al rojo, o arriesgarme a sonreír a la
gelidez de tus ojos desde la distancia para infundirles algo de
calor.
Déjame limpiar el
tablero y elegir otro juego, empezar de nuevo.
Siempre preferí los
dados porque, si no acierto a la primera, puedo volver a
tirar.
En las cartas puede haber cierta estrategia, pero si juegas a los dados sabes que al final solo dependerás del azar.
ResponderEliminarMe gusta el ritmo que va tomando el blog.
Tienes razón. Bien visto.
ResponderEliminarMe alegra que te guste :)