Quizá es el cansancio de
ser siempre arropada por ausencias o por futuros imperfectos hasta el
punto de presenciar mi propia corporeidad como si fuera la de otra,
no sé. Quizá es que estoy harta de cobardes, de ser la única pieza
que no encaja en mi propio puzzle, de pasar las noches escuchando a
rateros, comediantes y fantasmas hablando de cosas que ni siquiera
han terminado de vislumbrar en el espejo. Es el hastío de
silencios, de gritos que se han muerto en mi garganta, el
desconocimiento más absoluto de que tras cien capas de mierda aún
existe un corazón frente a mis ojos y que no hace falta zarandearlo
para que lata. Ya está bien de partidos de resultado aciago, de
apuestas, de sueldos congelados, ¡joder...! Si tampoco quería
tanto, de verdad, lo único que pedía es que no fueras otro más de
los cabrones con pintas a los que, por desgracia, ya me había
acostumbrado.
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