Te gusta pensar que siempre todo me va bien. Ya sabes, a mí siempre todo me va bien, incluso cuando todo me
va mal. Dices que soy una superviviente nata y yo respondo que tal
vez. Sobreviví a los ojos azules, a las manchas de tinta, a los
lobos hambrientos, a las embestidas en mi portal, a los tacones de
aguja. Pero cómo iba a limitarme a sobrevivir. Yo quería algo más.
Y lo tuve, porque no sé respirar sin entrar en guerra. Por eso
siempre tengo el corazón hecho polvo. Me dices que sonría, que
sobreviviremos a Johnny Cash y se lo contaremos a nuestros sobrinos.
Si no nos matamos juntos por el camino, añado y sonrío. Cuando
sonríes nunca desaparece de tu mirada ese brillo de nostalgia, me
dices, de niña perdida en una estrella de adopción. Y tú, tú te
has pasado demasiado tiempo respirando el frío de Dinamarca, y ya no
sabes cómo caminar en invierno sin apartar de ti la nieve
permitiendo que nos acerquemos los demás. Qué va, nunca te diré eso. Te lo
insinuaré con la mirada y tú lo adivinarás. Todo puede pasar en un
sueño.
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