18.1.14

Teléfono rojo



Ven, acompáñame a la noche eterna
donde saldrá el sol sólo para nosotros.
Deja que me arrastre hacia ti en la oscuridad
y te susurre mis secretos al oído.

Soy la costa de todos los naufragios,
el puente de todas las catástrofes,
el desastre posterior a la mayor de las desgracias.
Un volcán a punto de estallar
entre tus manos.

Nunca se siente tan solo el diablo
como cuando está entre nosotros.
Con la fragilidad de un copo de nieve
se cuela jugando en nuestros labios,
helándolos,
haciéndonos buscar el calor en la boca del otro.

La fatalidad halla un punto de encuentro
y, por un momento, perderse
tiene mucho y poco sentido a la vez.
Déjame decirte,
son tus ojos un bello abismo donde amanecer.

Dulce y suave recorro tu tragedia con los dedos
y te atraigo hacia mi cuerpo
en un vano intento de amansar tu dolor.
Ojalá existieran suficientes palabras de anestesia
en este mundo para calmarte;
te las ofrecería todas sin dudar.




1 comentario:

  1. Mi abuela decía: Yo soy fuego, tú estopa. Viene el diablo y sopla...

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