Y el dolor se me disfraza de vacío existencial
pero no, no, no; hay que tirar pa´lante
aunque se escondan las ganas,
se me confunden mil motivos para amar la vida
y odiar este sistema cruel
y un abismo se abre a veces cuando me quedo sola ah, ah, ay...
-Donde duele, La Otra-
Últimamente tengo la
sensación de que me voy llenando de tantas cosas que termino
desalojándome de mí misma. Hay demasiado ruido y consigue abrir una
brecha en el cada vez más pequeño dique que me separa del mundo, y
se cuela por ahí y me ensordece. Entonces me entra una sensación de
asfixia que sólo se me pasa en los pocos momentos que consigo salir
a respirar mientras no pienso en nada.
Existo entre la
responsabilidad y la evasión, lo que significa no vivir en absoluto.
Se me acorta la mecha de la espontaneidad y oigo de lejos el murmullo
de esa conocida enemiga que es la inercia y que me impera rendirme a
sus pies mientras le entrego mi vida. Y algo se rebela en mi
interior, esa fuerza de salvamento que quiere retirarme de la
no-existencia y que asoma la cabeza poco a poco, mientras rezo para
tener energía para cuando llegue. Y no sucumbir a este hastío, a
los días repetitivos que vas tachando porque no los vives en
absoluto. Hay pequeñas chispas en ocasiones, algo que se parece a
vivir de verdad, pero son fugaces y apenas las ves.
Miro a mi alrededor y veo
a mucha gente inmersa en la inercia. Entre ellas yo, muchos días,
muchas semanas. Con la ansiedad apoderándose de mis noches y el
insomnio de antes del amanecer. Y vienen ecos del pasado a recordarme
que yo plantaba cara a la inercia, incluso cuando no tenía ganas,
incluso cuando no tenía fuerzas y que esa era la clave de todo.
Romperle el juego a la inercia. Cultivar los momentos que querías
vivir y regarlos con mimo. Esa era la vida.
¿Qué será de mi vida?
Desde luego nunca soporté
bien el frío.
Ni por dentro, ni por
fuera.
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