Hoy me paré frente a las escaleras de la estación. Esas escaleras que me
han visto ilusionada, soñadora, fuerte, enérgica, diseñando y trazando
futuros; pero también abatida, apática, sin estar en mí y con el corazón
partido por la mitad sin saber dónde enterrarlo.
Cada vez que pasaba junto a ellas, y por eso las evitaba, asomaba a mi pecho una punzada de dolor y pérdida. De querer recoger el pasado y a esa niña y abrazarlos.
Ahora he vuelto para recoger esa punzada, por nostalgia, a tomarla entre mis manos y me he descubierto a mí misma mirando esas escaleras como si no recordara nada, como si en esas escaleras hubieran estando acogiendo a otra riendo y llorando.
Me he visto entera, diferente, extraña; como si mirase por primera vez las escaleras.
¿Habría muerto definitivamente esa persona que vine a recoger, y que fui en otro tiempo, en la cima de las escaleras? ¿Crecer era ésto?
Aunque un par de cosas siguen siendo ciertas: odio las estaciones de tren y sigo fumando la misma marca de cigarrillos (cuando nadie me ve).
Quizá es esa la moraleja: lo que amas siempre se va y sólo queda lo que te mata o lo que detestas.
Cada vez que pasaba junto a ellas, y por eso las evitaba, asomaba a mi pecho una punzada de dolor y pérdida. De querer recoger el pasado y a esa niña y abrazarlos.
Ahora he vuelto para recoger esa punzada, por nostalgia, a tomarla entre mis manos y me he descubierto a mí misma mirando esas escaleras como si no recordara nada, como si en esas escaleras hubieran estando acogiendo a otra riendo y llorando.
Me he visto entera, diferente, extraña; como si mirase por primera vez las escaleras.
¿Habría muerto definitivamente esa persona que vine a recoger, y que fui en otro tiempo, en la cima de las escaleras? ¿Crecer era ésto?
Aunque un par de cosas siguen siendo ciertas: odio las estaciones de tren y sigo fumando la misma marca de cigarrillos (cuando nadie me ve).
Quizá es esa la moraleja: lo que amas siempre se va y sólo queda lo que te mata o lo que detestas.
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