30.7.14

Fallecidos por cáncer de corazón ajeno


Nunca sabremos su nombre.
Lo que no se nombra no existe
y quieren que ella jamás haya existido.
Pero vive, se llama Jadiyah y apenas tiene para vestirse,
huérfana de padres a los cinco
sobrevive porque su abuela le hace un hueco en su casa.
Ya no va al colegio con otros niños,
no quieren que aprenda las palabras necesarias
para describir su horror ante el mundo.
Israel sólo quiere que aprenda el lenguaje del miedo,
por eso nunca sabrá sumar más allá de los segundos
necesarios para resguardarse en un refugio antiaéreo
cuando las bombas comiencen a estallar.

Alguien se muere de tifus entre los escombros
de lo que antes era un hospital completo en Gaza.
Podrían quedarle dos días de vida,
justo lo necesario para que lo atiendan y sobrevivir,
pero morirá esta noche mientras observa
cómo ametrallan al resto de pacientes supervivientes al bombardeo.
Tiene dos hijas que morirán antes de que él cierre los ojos
cuando un soldado le destroce el cráneo con su revólver.
Decían que se llamaba Rahim.

To Palestine from Israel with love,
el odio transportado entre acciones y palabras,
arraigado en lo más profundo del corazón,
el único cáncer que se contagia
y siega el alma de quien no lo sufre.
No es la guerra tóxica la que nos destruye,
sino el poder de usar el amor como arma cínica.

Nosotros desde Occidente, mirando impasibles
cómo nuestras manos se tiñen de sangre.
¿Cuándo empezamos a creernos dioses
para permitir que otros mataran nuestro nombre?


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