Nunca sabremos su nombre.
Lo que no se nombra no existe
y quieren que ella jamás haya
existido.
Pero vive, se llama Jadiyah y apenas
tiene para vestirse,
huérfana de padres a los cinco
sobrevive porque su abuela le hace un
hueco en su casa.
Ya no va al colegio con otros niños,
no quieren que aprenda las palabras
necesarias
para describir su horror ante el mundo.
Israel sólo quiere que aprenda el
lenguaje del miedo,
por eso nunca sabrá sumar más allá
de los segundos
necesarios para resguardarse en un
refugio antiaéreo
cuando las bombas comiencen a estallar.
Alguien se muere de tifus entre los
escombros
de lo que antes era un hospital
completo en Gaza.
Podrían quedarle dos días de vida,
justo lo necesario para que lo atiendan
y sobrevivir,
pero morirá esta noche mientras
observa
cómo ametrallan al resto de pacientes
supervivientes al bombardeo.
Tiene dos hijas que morirán antes de
que él cierre los ojos
cuando un soldado le destroce el cráneo
con su revólver.
Decían que se llamaba Rahim.
To Palestine from Israel with love,
el odio transportado entre acciones y
palabras,
arraigado en lo más profundo del
corazón,
el único cáncer que se contagia
y siega el alma de quien no lo sufre.
No es la guerra tóxica la que nos
destruye,
sino el poder de usar el amor como arma
cínica.
Nosotros desde Occidente, mirando
impasibles
cómo nuestras manos se tiñen de
sangre.
¿Cuándo empezamos a creernos dioses
para permitir que otros mataran nuestro nombre?
para permitir que otros mataran nuestro nombre?
Bellísima oda a Palestina!
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