Nunca te lo confesaré,
pero siempre que me siento perdida vuelvo a tus palabras. Tus
palabras, olvidadas hace ya más de dos años, muertas en el
ciberespacio guardando la imagen y el pensamiento de un hombre que ya
no existe, pero atestiguando al mismo tiempo que vivió. Que
vivió, y amó, y sufrió, y se hizo grande, se hizo olvido y volvió
a resurgir de sus cenizas -y créeme cuando te digo que una parte de
mí se odia por no haber tenido nada que ver con eso-.
Me gustaría ignorar que
siempre estuvimos tan lejos entre distancias y sentimientos, me
gustaría tenerte hoy en mi ciudad, con mis años, y sentarte en una
silla y que me hablaras tan claro como en tus escritos. Tal vez sí,
ahora, sabría encontrarles provecho.
Tal vez sí, ahora,
podríamos encontrarnos en un mismo espacio y mirarnos sin rencor ni desprecio. Podrías ser algo más que el fantasma que ahora eres y que me habla desde el pasado sin saber siquiera que lo hacías. Y yo
podría ser algo más que un cinturón olvidado tras una noche de
pasión con el que cargas en cada mudanza, y quien sabe si habrás
tirado o guardado en algún cajón de casa de tus padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario