Conoces esa sensación de
poner un pie fuera del portal y recorrer las calles con el corazón
tiritando. No reconocerte en la mirada de los otros y no saber a
ciencia cierta dónde estás. Quedó atrás la meta de conseguir ser
perfecta. Ya no lo vas a ser, y principalmente porque no quieres, que
es lo importante. Cuántas fracturas crees que puede soportar el alma
antes de convertirse en otra cosa. Quizá por eso cuando sales de
casa ya no reconoces a nadie, porque ahora eres otra y el pánico no
te deja respirar. Tanto ha cambiado tu percepción de comunión que
ya sólo te conformas cuando subrayas las pequeñas cosas. Los
detalles, los gestos minúsculos, las citas de dos líneas extraídas
de libros de tres mil páginas. Juegas a lo diminuto que es ahora tu
mundo y ya no te calan las palabras grandilocuentes, ni las gestas ni
las hazañas de los héroes con las que los mitómanos se matan a
pajas. Ahora no quieres volar fuera del redil que has creado, vas a
mantenerte terca defendiendo tu posición. Ya sólo queda abrazar la
huida, la ausencia de la que tú misma formas parte incluso de cuerpo
presente. Beber, rezar, besar a medias. Estás tan harta. Miras en
sus ojos y te revuelves. Vuelves a ser el animal sediento y tienes
las manos manchadas de sangre. Cómo vas a explicarle que ahora para
ti sobrevivir es reventar uno a uno todos los muelles de su cama y
que, si no quiere, no mirarás atrás. No te vas a quedar demasiado
tiempo en el mismo sitio porque huir para ti no es una opción, sino
una forma de vida, y que eso no te hace más cobarde ni más valiente
que los demás. Es un rito como desayunar o como salir airoso de la
enfermedad o como respirar, y que más vale huir que quedarse
agarrado a la desgracia sonriendo y dejarse hundir, eso sí que es de
cobardes. Hay oxígeno más allá del horizonte y queda en otras
aguas, en otras manos que no son las mías y por las que mi pecho late. Ojalá supieras la salvación inherente a salir corriendo y la
fuerza que tengo cuando me levanto si no aguanto más. Ojalá me
vieses así; el pelo electrizado, el paso firme, el sabor a fin del
mundo en los labios.
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