Nunca quise ser como esas
personas que destruyen todo lo que tocan. Destruir es ser torpe. Y a
nadie le gusta ser torpe, ni causar dolor, a menos que seas un sádico
sin escrúpulos, claro.
Los héroes siempre se
presentan como personajes que a pesar de tener un gran poder de
destrucción dentro de sí, logran dominarlo y utilizarlo para bien.
Yo siempre quise ser un héroe, aunque nunca comprendí el alcance
destructor que tiene una persona. Es lo terrible de la naturaleza
humana, que puede destruir cosas fundamentales desde la más profunda
ignorancia e inocencia. El ser humano puede ser estúpidamente
destructor y esa maldición no nos abandonará nunca.
Cuando por fin entiendes
la maldición que hay dentro de ti y comprendes que no estás en
disposición de dominarla, sientes miedo. Sientes miedo por ti y por
todos los que te rodean. Eres una bomba a punto de estallar, y como
no quieres explotar en las cercanías de alguien a quien amas, huyes.
Huyes todo lo lejos que puedes, y más, esperando llegar a algún
sitio iluminado que pueda aclarar la oscuridad que reside en tu
interior y, por fin, liberarla.
Si hay algo que sé a
ciencia cierta es que el miedo siempre nos convierte en peores
personas. Pensaba que el miedo y la prudencia van de la mano, pero no
es necesariamente así. La prudencia te hace avanzar, despacio, pero
avanzar. El miedo te paraliza y te hace temblar cuando ves tu propia
sombra. El miedo doblega tu voluntad y la convierte en un animalillo
quejumbroso que gime entre sollozos desde la esquina. El miedo nos
hace perder un poco más de quienes somos y, por lo tanto, nos
destruye.
Es paradójico que pueda
existir el miedo a la destrucción, cuando el miedo crea destrucción
por sí mismo.
Por fortuna el miedo no
es algo estático y a veces desaparece. Son esos escasos momentos de
lucidez cuando puedes comenzar a comprender lo que ocurre. Y puedes
elegir. Puedes elegir ser otra cosa, una persona sin miedo, por
ejemplo. Y a veces se consigue. Tener miedo es lo radicalmente
opuesto a ser quien quieres ser. Tener miedo es lo opuesto a
perseguir una pasión. Tener miedo es lo opuesto a respirar en paz.
Yo no quiero tener miedo.
No quiero dejar al azar mi capacidad de extender la destrucción un
poco más. Quizá hace falta un poco más de vida para llegar a
entenderlo del todo.
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