Hay cosas que muy
difícilmente llegarán a cambiar alguna vez, pero hay que intentar
que lo hagan con todas nuestras fuerzas.
Un día vuelvo a su casa,
a la que fue la mía durante tantos años, e intento ser
comunicativa, dejar de lado mi perenne rol de hija, de rama que
pertenece a un árbol más grande que ella misma, para tomar
consciencia como ente aparte. Y en un descuido les hablo de mis
sueños.
Sigo siendo lo
suficientemente ingenua o atrevida o inconsciente, o todo eso a la
vez, como para seguir pidiéndole a la vida ser feliz. Una petición
que la mayoría de la gente termina olvidando por el camino.
Soy consciente de que ser
feliz es una actitud, pero también reside en aquellas metas que nos
marcamos y que despiertan nuestra ilusión.
No necesito una gran
casa, ni un gran coche, ni grandes lujos. No necesito una hipoteca,
ni vestidos caros, ni hospedarme en hoteles de cinco estrellas cuando
viaje. No necesito llevar la vida de la burguesa perfecta para ser
feliz.
Sin embargo, siempre será
un pensamiento recurrente en el ser humano el asociar pertenencia
material con paz espiritual, y hasta cierto punto, sólo hasta cierto
punto, es verdad.
Hablar de sueños con la
tranquilidad de la sobremesa hace que encuentre barreras que vienen
por su lado. Tener que soportar que aquello que quieres no es valioso
para quienes más te quieren, que lo ven ridículo e irrealizable...
Una locura sólo perdonable porque soy joven... e ingenua, atrevida e
inconsciente.
Un hijo soporta siempre
que proyecten sobre él miedos, dudas e inseguridades que le son
ajenas como parte del acuerdo familiar. Y no es justo en absoluto, a
la par que inevitable en muchos casos, aunque se excusen diciendo que
lo hacen por aquello que creen que es nuestro bien.
Y es injusto porque ellos son quienes nos guían, con
quienes nos compararemos en algún momento de nuestra vida, ya sea
por un segundo o todos los días. Por ello no debe ser admisible que proyecten,
incluso que planeen haciendo presión por que se cumpla, un futuro
con respecto a un hijo siempre en base a unos miedos, dudas e
inseguridades que no le pertenecen a él.
Una persona, una hija, ya
tiene bastante con lo suyo. No necesita tener miedo de las mismas
cosas que tanto les asustan a ellos, ya tiene sus inseguridades
propias.
Una hija necesita crecer,
madurar y desarrollarse en un marco donde todo eso no le afecte o
donde no se lo tiren a la cara constantemente, que es otra opción.
Al principio se sabe
demasiado poco sobre lo que ocurre como para impedir que todas esas dudas ajenas sean una
pieza clave en nuestro desarrollo. Una persona no puede defenderse de
forma eficaz contra aquello que desconoce por completo, a pesar de
que sus efectos perdurarán en ella durante mucho tiempo, puede
que para siempre.
Sin embargo, cuando no
existe tal marco impermeable a los miedos de los demás, es necesario
que fabriquemos uno para nosotros con nuestras propias manos. La vida
tarde o temprano nos enseña una clara lección que jamás hay que
olvidar: no dejes nunca que nadie te diga lo que no puedes hacer. Es
la base de la creatividad, que a su vez está cimentada sobre nuestra
propia libertad.
La pasión es el impulso
que te conduce hacia la felicidad. Y bajo mi punto de vista, tener
una pasión es también un modo de ser feliz por sí mismo.
Ser apasionado tiene sus
riesgos. Un ser apasionado, con más o menos prisas, siempre
perseguirá su pasión. Pueden pasar los días, los meses o los años
y aunque su convicción parezca haber desaparecido, continúa estando
en su mente, acompañándole durante todo ese tiempo hasta que al
fin consigue aquello que desea o fracasa en el intento.
Pero lo intenta -y ahí
reside su valor-, no se rinde, no se permite desfallecer porque sólo
la ligera probabilidad de poder conseguir aquello con lo que sueña
merece todo el camino, toda la angustia que haya que padecer hasta
lograrlo. Y si fracasa porque la realidad se impone, al menos sabe
que siempre fue fiel a sí mismo, que no perdió el tiempo en
perseguir los sueños de otros. ¿Acaso se precisa de algo más para
poder morir en paz?
Y sí, puede que la
pasión tenga algo de infantil, algo de reprochable desde una visión
adulta cargada de todas esas experiencias que fracasaron alguna vez y
que tanto dolor causaron.
La diferencia está en
que el niño se levanta a pesar de todo y vuelve a intentarlo hasta
que lo consigue; o si finalmente no lo hace, siempre puede cambiar de
pasión. Existe una gran diferencia entre el conformismo y la aceptación.
La pasión, la eterna búsqueda, es algo difícil de entender por
alguien que olvidó sus pasiones o que se cansó de perseguirlas
porque le resultaba más cómodo o le era más fácil dejar de
hacerlo.
Sin embargo no puedo
evitar preguntarme, siendo tan corta como es la vida, ¿realmente
puede alguien permitirse el no vivir constantemente apasionado?
Como me gusta lo q escribes y como me siento identificada totalmente con lo q piensas. Empatía a tope. Mañana te divulgo, hoy la marea del 23F lo ocupa todo y quiero q se fijen bien en ti. un besazo pequeña gran mujer! :D
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, te dicen que hay que dejarse de ensoñaciones y tomárselo más en serio, pero precisamente tomárselo en serio sería hacer algo interesante con ella, sacar algo más que lo obvio.
ResponderEliminarEn ese aspecto la seguridad está demasiado sobrevalorada.
Un abrazo!