24.7.14

El día que hice crac.


A veces tengo la sensación de estar desnuda con el pecho abierto y el corazón temblando de frío. Uno a uno los horrores y tragedias del mundo van cayendo a plomo, no importa de qué índole, como libros que se depositan pesadamente unos encima de otros hasta que la mesa que los soporta no aguanta el peso y se hunde con un crujido.

Crac.

Más de una vez y a lo largo de los años una persona cercana me dice cada cierto tiempo que soy hipersensible. Se refiere a la empatía, claro. A la empatía que me hace plantearme una y otra vez el sufrimiento, el egoísmo y la mezquindad humana. La empatía que no me deja en paz. Parece que en la distribución de cualidades a los psicópatas no les dieron ninguna y a otras personas nos abrumaron en este sentido. Y a veces la puedes utilizar para ayudar a otros y cobra sentido. Pero la mayoría de las veces sólo duele y te deja paralizada. Como si te asfixiaran lentamente con una almohada.

Y la reacción de casi todas las personas que te rodean suele ser la misma.

Piensas demasiado.

Lees demasiado.

Te torturas demasiado.

No lo pienses y ya está.

No puedes salvarlos a todos.

Te metes donde no te llaman.

Te adueñas de luchas que no son tuyas.

No vas a arreglar el mundo tú sola.

Qué fácil. Veintitantos años intentando separar el hierro de la paja, intentando ver siempre más allá, intentando ser menos ignorante y conocer hasta dónde llegan mis posibilidades para aportar lo que puedo. Y parece que no sirve para nada, sólo para sufrir mientras el resto del mundo se encoge de hombros y sigue a lo suyo. Como si no estuviera en la mano de cada uno ser más responsable, como si el problema siempre fuera de los otros. Parece que porque los demás son siempre más malos, uno está exento de todo.

Luego aprendes a reaccionar. A luchar contracorriente, a sabiendas de que empleas más energías que el resto en llegar donde estás. Quizá tenga que ver con que a veces un cansancio y un dolor que no sé de dónde vienen exactamente se adueñen de mí.

Crac.

Se termina convirtiendo en un juego masoquista que tienes contra ti misma.

¿Hasta dónde puedes llegar sin romperte?

Crac.

Crac.

Crac.

¿Hasta dónde puedes llegar arrastrándote con el corazón sangrando?

¿Por qué ese imán permanente, de atracción-repulsión, hacia las personas que más sufren?

Crac.

Demasiados días haciendo crac.

Ay, Nacho, qué vamos a hacer.




1 comentario:

  1. A quien no le hayan dicho nunca alguna de esas frases es una persona carente de cualquier tipo de inquietud.

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